¿Han notado que hay menos pájaros en Monterrey? Yo sí. Este año fue más notorio. Apenas el año pasado, recuerdo que escuchaba el barullo de los pájaros a las seis de la mañana. A veces era esto lo que me despertaba. Pero ahora, dan las siete, las ocho... y no escucho ni un sólo pájaro. Lo que se me hace raro.
Al que más extraño era a un pajarito que se posaba en las mañanas y en las tardes en el árbol del vecino. Nunca lo llegué a ver, pero sí escuchaba su canto muy melodioso. No sé si era un cenzontle o un ruiseñor, pero su canto era precioso, parecía que estaba tocando una flauta. Lo echo de menos.
Recuerdo que cuando era niña, era muy común encontrar en el patio de mi casa y del colegio urracas. Unas aves de pico muy puntiagudo, como aguja, y plumas negras azuladas. Graznaban toda la tarde, especialmente en verano. Ya casi no las he visto tampoco en Monterrey. La última que vi, hace ya varios años, fue una que se estaba robando las croquetas del perro de la vecina.
Por un tiempo, una parvada de cotorros verdes le dio por posarse en un árbol de la avenida. Todas las tardes llegaban volando en círculos, haciendo mucho escándalo, y se escondían entre el follaje para pasar ahí la noche. Pero en el 2017 la autoridad tumbó ese árbol, porque hicieron un paso a desnivel. Trato de imaginarme que sintieron los cotorros esa noche, al llegar y darse cuenta que su casa había sido talada. Trato de pensar en su desconcierto y confusión y me pregunto a dónde se irían. El caso es que ya no volvieron.
Y así, cada vez veo menos aves en Monterrey. Tal vez sea por la contaminación, por la deforestación o porque están construyendo demasiados edificios altos. Extraño sus cantos.
Al que más extraño era a un pajarito que se posaba en las mañanas y en las tardes en el árbol del vecino. Nunca lo llegué a ver, pero sí escuchaba su canto muy melodioso. No sé si era un cenzontle o un ruiseñor, pero su canto era precioso, parecía que estaba tocando una flauta. Lo echo de menos.
Recuerdo que cuando era niña, era muy común encontrar en el patio de mi casa y del colegio urracas. Unas aves de pico muy puntiagudo, como aguja, y plumas negras azuladas. Graznaban toda la tarde, especialmente en verano. Ya casi no las he visto tampoco en Monterrey. La última que vi, hace ya varios años, fue una que se estaba robando las croquetas del perro de la vecina.
Por un tiempo, una parvada de cotorros verdes le dio por posarse en un árbol de la avenida. Todas las tardes llegaban volando en círculos, haciendo mucho escándalo, y se escondían entre el follaje para pasar ahí la noche. Pero en el 2017 la autoridad tumbó ese árbol, porque hicieron un paso a desnivel. Trato de imaginarme que sintieron los cotorros esa noche, al llegar y darse cuenta que su casa había sido talada. Trato de pensar en su desconcierto y confusión y me pregunto a dónde se irían. El caso es que ya no volvieron.
Y así, cada vez veo menos aves en Monterrey. Tal vez sea por la contaminación, por la deforestación o porque están construyendo demasiados edificios altos. Extraño sus cantos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
El blog se alimenta de los comentarios de los lectores. Dale de comer.