lunes, 22 de agosto de 2011

Enfemita

Lo malo de vivir en Monterrey es que aqui 10 meses del año son de calor, y unos calorones brutos, y frecuentemente, entras de un lugar con aire acondicionado, afuera donde hace 40 grados.

Esos bruscos cambios de temperatura me provocaron una gripa en pleno mes de Agosto, lo cual es muy fastidioso.

Ando toda mocosienta, pero en fin. A ver si se me pasa rápido.

domingo, 21 de agosto de 2011

¿Quién canta esta canción?

Hay ahorita una canción muy chida que se transmite únicamente en D99, pero nunca mencionan quien la canta. A ver si alguno de ustedes puede ser tan amable de decirme qué grupo canta esta rola que va más o menos así.

Pasa el tiempo sabio sigo sin entenderte
Pasa el tiempo sabio sigo siendo el de siempre.


viernes, 19 de agosto de 2011

Miope

Me pasa que a veces alguien pretende ligarme y yo me doy cuenta demasiado tarde. La persona está ahí, sacándome plática, intentando hacerme reír, y yo respondo amablemente, con educación, con propiedad, y el susodicho se va desilusionado. Y yo me quedo con cara de ¿y ahora qué hice?

Resulta pues, que en el trabajo como soy del depto. de fiscal, a veces me toca atender a los notificadores del SAT. Generalmente son ñoras o ñores cuarentones, que vienen chorreando de sudor porque aquí en Monterrey tenemos un calor de pinche mil grados centígrados, y que vienen a dejar requerimientos donde piden un chingo de requisitos para entregarlos en un término de 10 a 20 días. Por eso me caen gordos, como si no tuviera ya suficiente trabajo como para que me echen más.

Total, que ahora me tocó atender a uno. Era joven. Cejas pobladas, ojos penetrantes. Empezó a sacarme plática.

"Eres la primera persona que escribe la palabra anverso correctamente"
"Jeje, gracias. Me imagino que todos la escriben con B."
"Sí."

Silencio.

Luego me preguntó si tenía que ir a México a cumplimentar el requerimiento. Le dije que no, porque allá tenemos oficinas, y el personal de allá se encarga de ir a Hacienda.

"Aaahh..." dijo el notificador y se quedó callado, mientras yo firmaba los papeles sin dirigirle la mirada.

"Qué suerte que no tengas que viajar para allá. Debe ser pesado" me dijo.
"Lo es. Ya he viajado dos veces por motivos de trabajo, aunque también por paseo. Como quiera me gustó México."
"¿De veras? ¿Por qué?" preguntó.
"Pues porque allá hay mucha cultura. A donde camines, ves algo, ya sea una ruina arqueológica, un edificio colonial, un edificio moderno, una escultura..."

Me deshice platicando sobre lo que vi en mi último viaje a México, y el chavo parecía interesado.

"Ok. Aquí en Monterrey no hay nada de eso."
"¿Usted es de fuera?"
"No, soy de aquí. Y tú... ¿y usted?"
"También de aquí."

Después de que firmé los papeles, se despidió de mí estrechándome la mano. A mi amiga recepcionista sólo le dijo adiós.

Una vez que se fue, mi amiga me da un codazo y me dice:
"Assshhhh. Rocío!!!!"
"¿Qué?"
"¿Pos no viste que te estaba ligando? ¡Y tú que le hablas de usted!"

Sinceramente, no me di cuenta. En cuestiones del amor, yo soy muy miope.

miércoles, 17 de agosto de 2011

El día que pinté la casa con crayolas

Tenía cuatro años cuando nos mudamos a esa casa, en un fraccionamiento nuevo. Yo acababa de entrar al kínder. Por las tardes, jugaba en la cocina, mirando hacia la calle, observando con curiosidad por qué las casas de los vecinos sí estaban pintadas, y en cambio la mía no. La mía sólo estaba cubierta con cemento gris, mientras las demás fachadas estaban de blanco, rojo, naranja y otra gama de colores.


Me preguntaba cuándo mis papás por fin pintarían la casa, pero ellos estaban más ocupados con las cosas cotidianas.


Yo ya sabía dibujar. Me habían enseñado en el kinder. Tenía mi cajita de crayolas a la mano. Entonces una idea genial llegó a mi mente. ¿Por qué no pintar yo la casa con mis crayolas?


Escogí una de color verde, y empecé a pintar, afanosamente, pensando en lo bonita que se vería mi casa de verde, en la sorpresa que se llevarían al ver que yo solita pinté la casa, que ya no sería color cemento...


Hasta que mi mamá se acercó, y exclamó:


"¿Qué estás haciendo????"

"Pintando la casa." dije.

Mi mamá estaba escandalizada, y yo no entendía por qué.

"¿Cómo se te ocurre rayar las paredes? No te puedo dejar sola porque luego luego haces travesuras."

Ya no vivimos en esa casa. Con el tiempo, nos cambiamos a otros lugares. Pero cada vez que veo una crayola verde, recuerdo mi antigua casa, y yo de niña pintando la pared.

lunes, 15 de agosto de 2011

A ver si me encuentras

Aquí viene la crónica del evento de la presentación literaria en MARCO.

clic AQUI.

Viene una foto donde salimos todos. Te reto a ver si me encuentras.

¿una pista? mmmm.... soy mujer.

jajajaja

sábado, 13 de agosto de 2011

Pintarse el pelo

Nunca ha pasado por mi mente pintarme el pelo. Por varias razones, primera, porque me da flojera estarlo retocando. Una vez que una mujer elige pintarse el pelo, se esclaviza a los tintes. El tinte dura poco, el pelo crece, se nota la raíz, y es necesario volvérselo a pintar. Y que flojera estar haciendo eso, al menos para mí.

Segundo, porque el pelo se maltrata. Lo veo con mis compañeras. Su pelo se nota opaco, grifo, sin caída. Aparte, se les ve ralo, muy delgado. Además las que se han hecho tratamientos de mechas, he visto como se quejan de que el pelo se les hace como estropajo al momento de lavárselo, que luego batallan al peinárselo porque se vuelve tan enredado que los peines no entran.

Tercero, porque siento que me vería bastante artificial. Hay chavas morenas, que se pintan el pelo de rubio o rojo, por ejemplo. Pero pintarse el pelo de rubio no te hace una mujer blanca. Además, no sé por qué la obsesión de hoy de hacerse mechas. Eso de llevar el pelo de tres colores, como que no me late, me sentiría cebra.

Cuarto: porque cuesta mucho dinero pintarse el pelo. A mí, por mi largo y por tenerlo chino, me costaría fácil unos 500 pesos. Sin mencionar los tratamientos especiales para mantenerlo. Dinero que bien podría aprovecharlo en salir a comer a buenos restaurantes, o en un boleto para un concierto de rock, o una blusa, o un vestido, etc.

Será que mi cabello me gusta tal como es. A veces me lo plancho, no lo niego, pero no sería capaz de renunciar a mis chinos para hacerme un planchado permanente.


El otro día, mientras mis amigas platicaban cuánto se les ha maltratado el cabello por los tintes, se me quedaron viendo y me dijeron:
"¿Y tú por qué no te pintas?"
"Porque no quiero, me da flojera eso."
"Pero es para que te hagas un cambio de look"
"No, así está bien, me gusta tal como está."
"Ash"

Ambas pusieron cara de "¿por qué no eres una niña normal?"

Intentaron convencerme de varias maneras que me hacía falta cambiar, pero yo seguía en mi postura. Y no digo que esté mal, a algunas mujeres les levanta la autoestima cambiarse el pelo de color, pero a mí me gusta mi pelo tal como está. Me gusta tenerlo suave, brillante, oscuro, y que se me formen esos caireles sin necesidad de peinármelo. ¿Para qué cambiar algo que ya es perfecto?

viernes, 12 de agosto de 2011

Presentación literaria del e-book

Anoche fue la presentación oficial del libro digital donde aparezco, es decir, la antología literaria realizada por el museo MARCO. Estuvo a cargo de nuestro maestro, el escritor Alejandro del Bosque, y pues obviamente al final subimos todos los seleccionados y nos felicitaron y aplaudieron.

A veces me preguntaba qué se sentiría ser escritora y vivir cosas como tal. Bueno, pues no me había dado cuenta que ya lo estoy viviendo. Ya van varios eventos a los que he asistido como escritora. Mis dos presentaciones anteriores donde me tocó leer, y ahora esta (sin mencionar hace algunos años cuando gané un premio literario en la uni).

Entonces, ya puede decirse que sí lo soy. Vamos, ya estoy encarrilada, jeje. Cuestión de esforzarse más para conseguir la meta, que es una publicación de mi novela.

Para el evento me fui toda guapa, con vestido negro, y hasta estrené lo que compré en Italia, una mascada italiana que compré en Capri y un collar de cristal murano que compré en Venecia :)

O sea que ya llevo dos sueños cumplidos en este año. :O Y los que faltan...

Me reencontré con mis viejos amigos del taller, y todavía se siente el ambiente bohemio entre nosotros, bien chido. Me encanta ese ambiente.

Ah por cierto, me tomaron fotos para el periódico Milenio. Ahi estén pendientes.

Ossss ya soy toda una celebridad jajajaja.

Los que aún no han descargado el libro, denle clic al link que coloqué en la página. Es gratis. ;)

martes, 9 de agosto de 2011

Un minuto para ser feliz




Cuando uno está tan acostumbrado a dejarse vencer por la negatividad, es difícil deshacerse de los pensamientos pesimistas. Por ahí he leído que es porque uno se vuelve "adicto" a la negatividad.

Claro que es muy fácil decir "Sé feliz". Pero cuando ya estás habituado a ver el lado malo de las cosas, y a masticar el pasado una y otra vez (como suele decirme mi amigo), ser feliz se antoja como algo utópico.

Decidí entonces ponerme una meta más realista. ¿Ser feliz cuando? Hoy. Ok. ¿Cuánto puedo aguantar sin pensar cosas negativas? ¿Un día? Un día se me hace demasiado esfuerzo. ¿Una hora? Aún así, siento que es mucho. ¿Un minuto?

Un minuto... Un minuto de ser completamente feliz. Me parece más objetivo.

Cuando me asalte un pensamiento negativo o algún recuerdo doloroso o triste, por un minuto buscaré ser feliz. Y cuando consiga ese minuto, buscaré otro minuto más, y así sucesivamente.


lunes, 8 de agosto de 2011

Frutaaaa

Lo que me gusta del verano es que puedo comer mucha fruta de mi favorita: mangos, melones y sandías, a toda hora y en cualquier momento.

sábado, 6 de agosto de 2011

Mi e-book

Ya salio el e-book conmemorativo del aniversario del Museo de Arte Contemporáneo MARCO, donde aparecen un par de cuentos míos titulados "Olvido" y "Debut y Despedida". Igualmente aparecen otros cuentos y poemas de mis compañeros del taller literario.

Lo pueden descargar gratuitamente de la página dándole clic aquí.

Espero que les guste y pueden enviarselo a sus familiares y amigos.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Mi oficina ideal


Mi lugar de trabajo no es nada ergonómico. Bueno, que yo recuerde, en ningún trabajo he tenido comodidad.

El escritorio está alto, por lo que tengo que subir el nivel de la silla. Está en escuadra, así que no puedo girar mi silla cómodamente, sino que sólo me permite una posición: mirar hacia el frente, hacia la computadora.

El mouse me cansa. Las paredes de mi isla son rojo guindo y ese color no me agrada. Yo no veo a nadie de frente, pero todo mundo ve mi espalda. El respaldo no se adapta a mi espalda. El monitor reseca mis ojos. La luz blanca me da sueño.

En mi mundo ideal, mi oficina tendría una ventanota que de hacia un jardín lleno de árboles, arbustos y flores. Tendría una fuente artificial donde se escuche el gorgoteo del agua. Luces indirectas en colores ambar suave. Mi sillón sería total ergonómico, y mi espalda daría hacia una pared, no hacia las miradas de la gente. Tendría unas plantas naturales, una pecera con peces de colores, pondría música tranquila y relajante, encendería unas velas aromáticas.......

Bueno, algún día tendré mi oficina ideal.

lunes, 1 de agosto de 2011

Odio las telenovelas

He notado que no tolero más de cinco minutos viendo telenovelas. Lo he notado porque apenas me siento a ver una, me da hueva ciertos clichés que tienen todas las telenovelas.

Primero, odio los gritos. Odio que en cada escena aparezca una vieja neurótica o un pelao bravucón gritando a todo pulmon. Y eso es muy común en las telenovelas mexicanas. Como si no tuviera uno ya suficiente con que le griten y le mienten la madre cuando manejas, o cuando un burócrata te trata de la chingada, o un niño chiflado esté pataleando y chillando en los restaurantes.

Segundo, odio que dos viejas se peleen por un pelao. Odio esos diálogos en que dicen: "Me las vas a pagar Lucrecia María Fernanda. ¡Augusto Antonio José es mío! ¡Ese hombre es míooooooo!!" Y la protagonista llora y grita: "¡Noooo! ¡El es mío y voy a luchar por él, voy a luchar por su amor!" A ver, alguien explíquenme. ¿Por qué se tiene que luchar por el amor de alguien? ¿Qué uno se tiene que subir al ring o qué pedo?

De veras, que hueva sentarse a ver eso todos los días. ¿Y ustedes qué opinan?

domingo, 31 de julio de 2011

Virtual Barber Shop

Estamos acostumbrados a oír tantos ruidos durante el día, que nunca les prestamos atención. Pero ¿alguna vez has realmente has escuchado?

Hace días un amiguito me recomendó este video, que se llama Virtual Barber Shop. Son una serie de sonidos que te hacen creer que estás dentro de una peluquería. Está realmente impresionante, porque hasta puedes sentir que las tijeras te están cortando el pelo, incluso, que una máquina te está rapando la cabeza.

Qué maravilloso es el sentido del oído, ¿no creen?

Este es el video. Para escucharlo, asegúrense de estar en una habitación silenciosa, consíganse unos audifonos y cierren los ojos. Ojo: Es importante usar los audífonos.


miércoles, 27 de julio de 2011

Presentación de mi e-book

El próximo 11 de agosto, en el museo Marco, a las 8:30 pm será la presentación oficial del libro electrónico "Palabras dispuestas" editado por el propio museo, en donde aparece una antología de los cuentos y poemas del taller de creación literaria impartido por Alejandro del Bosque.

En este libro aparecen un par de cuentos míos, y podrá ser descargado de la página de Marco.

Ahí los esperamos, lectores.

lunes, 25 de julio de 2011

De los cigarros y venenos para rata

El otro día, después de la hora de la comida, salimos un rato afuera. Un compañero sacó un cajetilla para fumarse un cigarro, y exclamó: “¡Oh, no! Otra vez me tocó la de la rata.”

Le pregunté a qué se refería.

Y es que en México, por ley, todas las cajetillas de cigarros contienen imágenes perturbadoras para hacer desistir a los fumadores. La imagen de la rata muerta es una de ellas.

Tomé la cajetilla, y vi que además de la foto, venía una advertencia con letras grandes que decía: Este producto contiene CIANURO. Utilizado como RATICIDA.

“¿Entonces estás fumando cianuro?”
“Naaa”. Dijo mi compañero. “A la otra pido la cajetilla del bebé llorando.”

Concluí que el ser humano es el único animal que le gusta ingerir venenos.

domingo, 24 de julio de 2011

Crónica de un viaje a Italia. 9a. parte

Regresé al hotel, y me bañé. Abrí mi maleta, para ver qué podía ponerme. Traía entre mi ropa un vestido negro que no había estrenado aún, así que me pareció la ocasión perfecta para ponérmelo. No me maquillé, simplemente me puse el vestido, unas sandalias, y una chalina. Bajé al comedor, y todos me dijeron que me veía bien guapa.

Esta vez me senté junto a un par de señoras que venían de Portugal. Aunque hablaban muy poco español, eran muy amables, especialmente la señora gordita, que me tomó cariño como si yo fuera su hija o algo así. Me platicó cosas de su país, y a su vez, me preguntó sobre Monterrey.

En la cena, decidí pedir una botella de vino para mí. Ya que el vino es la especialidad en Italia, pues me iba a dar la oportunidad de probarlo. Ordené una botella tamaño “picolo” (pequeño), y me la tome toda jajaja. Quedé media ebria. La uruguaya también ordenó otra botella igual.

Después de la cena, mi compañera me propuso ir a caminar por los alrededores, lo que me pareció una excelente idea. La noche estaba deliciosa.

El barrio donde se encontraba el hotel era muy bonito, muy familiar. A pesar de ser las diez de la noche, había muchas personas en la calle, caminando, platicando. Incluso había una tocada, un grupo estaba en una esquina, frente a una glorieta, interpretando canciones de tango, y alrededor, un montón de parejas de viejitos estaban bailando, mientras los demás estaban sentados en las sillas, observando.

Después, fuimos a ver las tienditas que había por ahí, la mayoría eran de ropa, cosas de playa, y souvenirs. Yo andaba riéndome, no sé si por el vino, o si porque simplemente me sentía contenta, o quizá por las dos cosas.

Pasamos frente a una pizzería, y ledije a mi amiga:

-Oye, tengo ganas de probar la pizza. Desde que llegué no he comido pizza y sería un crimen irme de Italia y no hacerlo.

-¿Aunque ya hayamos cenado?

-¡Qué importa! Vamos.

Entramos a la pizzería, y el chavo que nos atendió nos saludó con una gran sonrisa, y nos preguntó que de dónde éramos.

Compramos una rebanada de pizza, y nos sentamos en una de las mesitas al aire libre, de esas con sillas altas.

La pizza estaba deliciosa. La masa crujiente, delgadita, con mucho, mucho queso, y jamón y champiñones.

En ese momento entró al local un chavo guapísimo, que se me quedó viendo. Yo le sonreí, y él correspondió mi sonrisa. Caminó despacio, frente a mí, sin despegarme la mirada. Llegó al mostrador. Yo volteé a verlo, y nuestras miradas se cruzaron. Él sonrió, y yo le devolví la sonrisa. Mi amiga se dio cuenta que yo andaba en la lela. Vio al muchacho, y me dijo en voz baja:

-Ajá. Ahora entiendo por qué no me estás poniendo atención.

El muchacho se acercó despacio hacia nuestra mesa. Se paró junto a mí, me miró, sonrió, y dijo algo en italiano que no entendí.

-Le gustas a Toni. – dijo el pizzero.

Mi amiga y yo nos presentamos. Yo le dije mi nombre, y le dije que era de México, que sólo estaría esa noche en Venecia.

Platicamos muy poco. Él sólo hablaba italiano, no entendía español, y sólo entendía un poco de inglés. Yo sentí química por él, y creo que era mutuo. Él no podía dejar de mirarme, y tocar mi cabello rizado y negro. Yo tampoco podía dejar de ver su sonrisa.

Sin embargo, era tarde, y tuve que regresarme al hotel con mi amiga. Le dejé mi mail escrito en una servilleta, y él me dio el suyo.

Crónica de un viaje a Italia. 8a. parte

A las seis de la tarde, llegamos al punto de reunión, en uno de los muelles, para esperar el barco que nos llevaría de regreso. En ese momento, un grupo de negros africanos vendedores de bolsas piratas se nos acercaron, y de manera insistente, empezaron a ofrecernos su mercancía. Varias mujeres españolas de las del grupo, les compraron varias bolsas. Yo en cambio, permanecí aparte, haciéndome la sordeada, para que no me vieran. Pero en una de esas que volteé, uno de los negritos me vio, y pa pronto que viene hacia mí.

-Hola. – me dijo en español. Hasta eso los canijos sabían varios idiomas - ¿Quieres una bolsa?
-No, gracias.
-Ándale, tengo de varias. Escoge.
-No.

Y ahí estaba, friegue y friegue y friegue, de que le comprara una bolsa, y yo le decía “No, no, no”.

-¿Por qué no?
-Porque no quiero.
-Ándale, están muy bonitas.

Total, se alejó. Pero al cabo de un minuto estaba gritando:
-¡Martha, Martha, Martha!

Yo volteé. Y me di cuenta que me hablaba a mí. ¿De dónde creyó que yo me llamaba Martha?

Otra vez el negrito se acercó a mí, intentando venderme una bolsa. Y luego me dijo:
-¿Dónde está tu marido?
-No, no tengo. – respondí.
-¿Cuántos años tienes? ¿Dieciocho, veinte?
-Sí, tengo veinte. – dije siguiéndole la corriente.
-¿Y tu marido? ¿Dónde está?
-No tengo. A mí nadie me mantiene. – dije.

Pero él entendió “Tengo amante”. Y exclamó:
-¡Amante! ¡Martha! ¿Tienes amante? Oh, no, no. Amante muy caro…

Todos los del grupo empezaron a reírse a carcajadas, y los españoles empezaron a echarme carro diciendo:
-Vale, que ahora Rocío tiene amante.

Yo me puse roja, y todo por culpa del nche negrillo vendedor de bolsas que a huevo quería venderme una bolsa.

Finalmente, llegó el bote (¡gracias a Dios!), y nos subimos. Todavía ahí algunas parejas de españoles seguían recordando el incidente. De pronto, una señora me dijo:
-Hija, pero mira qué quemada estás. ¡Ya te has puesto toda morena!
Me miré. Tenía razón.
-Ahora puedes decir que te has bronceado con el sol de Venecia. – dijo su esposo.

Miré por la ventana la laguna de Venecia, cómo un par de jóvenes salían a dar el rol en un bote. De pronto, la compañera uruguaya me dijo:
-¿Te has fijado? Mira. – me señaló al que manejaba nuestro barco – Es buen mozo. ¿No? Se ve lindo.
-Ah. ¿Sabes qué? Tómame ahorita una foto con él, ya cuando nos bajemos.

Y así fue. Apenas atracó el bote, yo saqué la cámara, y le pregunté al muchacho si podía tomarme una foto con él. Éste no me entendió al principio, como que creía que yo quería tomarme una foto en el timón, pero después captó lo que le quería decir.

Se puso junto a mí, mientras mi amiga nos tomó la foto. Su compañero le echó carro, y exclamó:
-¡El sex symbol de Venecia! Jajajajajajaja.

Llegamos al hotel, y como quedaba tiempo libre, me puse mi traje de baño y fui a la playa. Fue algo que disfruté mucho. Metí los pies en la arena, y luego caminé por la orilla del mar. Recogí conchitas, metí los pies en el agua fresca. Después me senté en un camastro, teniendo frente a mí el mar azul oscuro, el cielo de la tarde, la arena. No quería irme. Me sentía muy bien, muy contenta, muy relajada. Al estar ahí, pude disfrutar la soledad, estar conmigo misma, apreciar y sentir todo lo que estaba a mi alrededor.

domingo, 17 de julio de 2011

Crónica de un viaje a Italia. 7a. parte




En la plaza San Marcos conocimos a nuestra guía local, una mujer llamada Martina, quien era una veneciana. Ella fue quien nos dio el recorrido en los principales puntos. Uno de ellos fue el palacio ducal, quien fue el antiguo centro de gobierno de la república de Venecia, y en donde al dirigente se le denominaba dogo (dux, en italiano). También visitamos la catedral. Y ya que menciono esto, ahí tuve un problema. Ese día, yo iba vestida con una blusa sin mangas y con short, porque el día era cálido, y además quería asolear mi piel paliducha. Resulta que yo ignoraba que allá en Italia los católicos son bien conservadores, y para entrar a una iglesia hay que ir tapado, o sea, nada de blusas sin mangas ni shorts. Y como ya concluyeron, no me dejaban entrar, por ser una “exhibicionista”, jeje.







La única opción que me quedó fue ponerme sobre los hombros una mascada que previamente había comprado como recuerdito del viaje, y además, ahí en la entrada me vendieron una manta púrpura bien fea, para ponérmela como pareo. Sólo así pude entrar. Me sentía bien ridícula, pero ahí aprendí que la próxima vez que entrara a una iglesia italiana iría tapada de los pies a la cabeza.

Al salir de la catedral, conocimos la plaza de San Marcos, donde está la torre del campanario, y el café Florian, donde se dice que Ernest Hemingway solía ir a tomar café, y pasarse un rato bien bohemio escribiendo. Más tarde volveré a hablar sobre esto.

La guía nos llevó al taller de Murano. Murano es una isla que tiene artesanos que se dedican al arte del cristal, un cristal bien chido y bien fino, y cuya receta secreta jamás ha sido revelada al público, sólo a los propios artesanos de generación en generación. El taller original se encuentra en la isla, pero nosotros fuimos a la sucursal, la cual está en un callejón que me remonta a la edad Media. Eso es por fuera, porque por dentro está bien nice, parece boutique. Al llegar ahí, nos dieron una demostración de cómo se fabrica ese cristal. El chavo, el “maistro” jaja, bueno, el maestro, hizo en cuestión de segundos un caballito de cristal ante nuestros propios ojos, y para dominar ese arte se llevó veinte años.

Después nos llevaron a ver las obras terminadas: copas, vasos, floreros, candiles, bien bonitos. Iba a tomarles una foto, pero me lo prohibieron.

-Fotos prohibidas. Ya estamos hartos de los chinos que vienen a copiarse todo. – dijo el encargado.

Bueno, en eso tiene razón.

-Nosotros guardamos el secreto del cristal murano, y por más que lo intenten, no han logrado la misma calidad.

Agarró una copa, y la estrelló contra una mesa ante nuestros atónitos ojos.

-¿Ven? Ni un rasguño. – dijo sosteniéndola como un mago que termina un truco.

Claro que lo que más nos infartó fue saber el precio. Dos mil euros por un juego de té.

-Y luego para que venga la vecina, y te rompa una taza. – murmuró una española entre dientes, y las que la escuchamos nos reímos.

Al final, el encargado haciendo uso de sus habilidades de marketing, nos mostró piezas más accesibles a nuestro bolsillo. Yo compré un dije de corazón en 25 euros. Eitale, ¿qué tal? Me puedo jactar que tengo una joya de murano.

Luego de nuestra visita al taller, nos fuimos a comer. Adivinen qué. ¡Otra vez pasta!

Ahí en el restaurante, hice migas con una señora de Uruguay que viajaba sola, así que después de la comida, me fui con ella a recorrer los canales de Venecia, sus puentes, sus tiendas. Allá en Venecia, casi todo gira en torno del carnaval. Sus escaparates están llenos de máscaras, disfraces, joyas. Todo bien caro, por cierto, pero eso sí, muy bonito, parecía como un mundo fantástico.




Pasamos al café Florian, porque mi nueva amiga quería tomarse un café ahí. Nomás que tuvimos un problemita. Un café, el más barato, costaba 6 euros, pero si en ese momento tocaba la orquesta, subía el precio al doble. Sí, es que allá te aumentan los precios si la orquesta toca. Y en ese momento, justo en ese instante, la orquesta empezó a tocar. Así que le dije a mi amiga:

-¿Te animas a tomarte un café en 12 euros?

-Mmmh. ¡No!

Entramos también de coladas al hotel Danieli, el mismo donde Angelina Jolie y Jonhy Deep grabaron la película el turista. Siguiendo el consejo que antes nos había dado Felipe, nuestro guía, entramos al hotel con cara de “soy una mujer bella, rica y famosa que me hospedo aquí”, para que no nos sacaran a escobazos. Y sí nos la creyeron, jeje. El hotel es un lujazo. Una nochecita ahí cuesta dos mil euros. Si fuera Angelina Jolie, creo que si los pagaría, (siempre y cuando tuviera a Johny Deep en mi cuarto, y también a Brad Pitt).

Al final de la tarde, terminamos exhaustas, muy asoleadas. Mi amiga me propuso tomarnos una coca. Acepté. Pero cuando nos van trayendo la cuenta, casi me infarto. ¡7 euros! ¡7 euros por una coca!!!!

-Bueno, pero al menos te la estás tomando en Venecia. – me dijo mi amiga.

Tenía razón. ¿Quién puede jactarse de tomar una coca en siete euros en Venecia?

martes, 12 de julio de 2011

La edad es cuestión mental


Ténganme paciencia con lo de mi crónica, lo que pasa es que he andado ocupada en el trabajo y en las tardes en la universidad, haciendo el servicio social.

Ya que hablo de la universidad, en estos días me he divertido con los compañeros del servicio social, porque son muy chistosos y ocurrentes, me tienen risa y risa con sus sonseras y sus bromas. A veces me pongo a pensar, caray, Rocío, pero si tú eres diez años mayor que ellos, no deberías estar ahí, no es tu generación, tu generación ya pasó, ahorita son padres de familia, empleados, etc.

Pero los chavitos me aceptan como uno de los suyos. Me buscan, me platican sus cosas, me incluyen en las bromas. Creo que no me ven como alguien mayor, sino como si fuera yo fuera de su edad. Me pongo a pensar que tal vez haya algo de cierto en eso de que la edad es cuestión mental.

domingo, 10 de julio de 2011

Crónica de un viaje a Italia. 6a. parte

Al día siguiente, me levanté a la hora programada, pero por andar tomándome fotos en el balcón de la habitación, me perdí del desayuno. Bajé cuando ya todos se estaban yendo al autobús. Rápidamente, agarré en una servilleta pastelitos de diferentes clases, y los eché a mi bolsa.

Ese día todo indicaba que iba a hacer mucho calor, así que me vestí con shorts y blusa sin mangas. Íbamos rumbo a Venecia. Tomamos un barco, en el muelle de la laguna. Y es que Venecia está entre el mar y la laguna.

Nos dieron un mapa, que más bien parecía un rompecabezas, y esto es porque Venecia es un conjunto de islas unidas por puentes y canales. De acuerdo con la historia, esta ciudad fue creada debido a que los habitantes de esa región, ante la invasión de los pueblos bárbaros, se vieron forzados a irse a las islas, ya que los bárbaros no tenían conocimientos de navegación. Sin embargo, dado que el espacio de esas islas era pequeño, se las ingeniaron para construir sobre el agua, clavando pilotes o troncos de cedro. Y hasta la fecha, la ciudad se sostiene sobre esos pilotes de madera. Asombroso ¿no?

Navegamos por la laguna, hasta que llegamos a nuestro destino. Apenas descendí del barco, me quedé anonadada. Venecia era hermosa. Sus edificios renacentistas flotando sobre el agua, parecía un escenario de ensueño.

Llegó el momento esperado, el paseo en góndola. Estaba emocionada.
Subí a la góndola, junto con otros cinco compañeros, y por supuesto, el gondolero. Nos entregaron un vaso y una botella, no recuerdo si era champaña o vino rosa, pero al fin y al cabo, era para brindar. Era una tradición brindar mientras paseas.

En otra de las góndolas subió un cantante y un músico que tocaba el acordeón. Y entonces comenzó a tocar canciones típicas de ahí. La piel se me puso chinita. Estaba en Venecia, en esa ciudad que había visto sólo en el cine, ahora estaba ahí, y en una góndola, admirando los edificios, sus canales de agua, sus casas antiguas, sus puentes. Fue algo maravilloso. Italia me estaba dejando impresiones diferentes a la de la película, y es que yo no estaba recreando ninguna historia, ¡estaba viviendo mi propia película!

Las personas nos observaban desde los puentes, y aplaudían al cantante. Fue un recorrido mágico, duró cerca de cuarenta minutos, pero valió la pena. Quedé fascinada.

Después de bajar de la góndola, entré a la plaza, y compré un gelato, es decir, un cono de nieve. Allá en Italia, son típicas las gelaterías. Probé el helado, y tenía un sabor muy suave, cremoso, frutal. Simplemente delicioso.

Luego de comer mi helado, nos reunimos de nuevo en la plaza para nuestra siguiente excursión.