Regresé al hotel,y me bañé. Abrí mimaleta, para ver qué podía ponerme. Traía entre mi ropa un vestido negro que no había estrenado aún, así que me pareció la ocasión perfecta para ponérmelo. No me maquillé, simplemente me puse el vestido, unas sandalias, y una chalina. Bajé al comedor, y todos me dijeron que me veía bien guapa.
Esta vez me senté junto a un par de señoras que venían de Portugal. Aunque hablaban muy poco español, eran muy amables, especialmente la señora gordita, que me tomó cariño como si yo fuera su hija o algo así. Me platicó cosas de su país, y a su vez, me preguntó sobre Monterrey.
En la cena, decidí pedir una botella de vino para mí. Ya que el vino es la especialidad en Italia, pues me iba a dar la oportunidad de probarlo. Ordené una botella tamaño “picolo” (pequeño), y me la tome toda jajaja. Quedé media ebria. La uruguaya también ordenó otra botella igual.
Después de la cena, mi compañera me propuso ir a caminar por los alrededores, lo que me pareció una excelente idea. La noche estaba deliciosa.
El barrio donde se encontraba el hotel era muy bonito, muy familiar. A pesar de ser las diez de la noche, había muchas personas en la calle, caminando, platicando. Incluso había una tocada, un grupo estaba en una esquina, frente a una glorieta, interpretando canciones de tango, y alrededor, un montón de parejas de viejitos estaban bailando, mientras los demás estaban sentados en las sillas, observando.
Después, fuimos a ver las tienditas que había por ahí, la mayoría eran de ropa, cosas de playa, y souvenirs. Yo andaba riéndome, no sé si por el vino, o si porque simplemente me sentía contenta, o quizá por las dos cosas.
Pasamos frente a una pizzería, y ledije a mi amiga:
-Oye, tengo ganas de probar la pizza. Desde que llegué no he comido pizza y sería un crimen irme de Italia y no hacerlo.
-¿Aunque ya hayamos cenado?
-¡Qué importa! Vamos.
Entramos a la pizzería, y el chavo que nos atendió nos saludó con una gran sonrisa, y nos preguntó que de dónde éramos.
Compramos una rebanada de pizza, y nos sentamos en una de las mesitas al aire libre, de esas con sillas altas.
La pizza estaba deliciosa. La masa crujiente, delgadita, con mucho, mucho queso, y jamón y champiñones.
En ese momento entró al local un chavo guapísimo, que se me quedó viendo. Yo le sonreí, y él correspondió mi sonrisa. Caminó despacio, frente a mí, sin despegarme la mirada. Llegó al mostrador. Yo volteé a verlo, y nuestras miradas se cruzaron. Él sonrió, y yo le devolví la sonrisa. Mi amiga se dio cuenta que yo andaba en la lela. Vio al muchacho, y me dijo en voz baja:
-Ajá. Ahora entiendo por qué no me estás poniendo atención.
El muchacho se acercó despacio hacia nuestra mesa. Se paró junto a mí, me miró, sonrió, y dijo algo en italiano que no entendí.
-Le gustas a Toni. – dijo el pizzero.
Mi amiga y yo nos presentamos. Yo le dije mi nombre, y le dije que era de México, que sólo estaría esa noche en Venecia.
Platicamos muy poco. Él sólo hablaba italiano, no entendía español, y sólo entendía un poco de inglés. Yo sentí química por él, y creo que era mutuo. Él no podía dejar de mirarme, y tocar mi cabello rizado y negro. Yo tampoco podía dejar de ver su sonrisa.
Sin embargo, era tarde, y tuve que regresarme al hotel con mi amiga. Le dejé mi mail escrito en una servilleta, y él me dio el suyo.
A las seis de la tarde, llegamos al punto de reunión, en uno de los muelles, para esperar el barco que nos llevaría de regreso. En ese momento, un grupo de negros africanos vendedores de bolsas piratas se nos acercaron, y de manera insistente, empezaron a ofrecernos su mercancía. Varias mujeres españolas de las del grupo, les compraron varias bolsas. Yo en cambio, permanecí aparte, haciéndome la sordeada, para que no me vieran. Pero en una de esas que volteé, uno de los negritos me vio, y pa pronto que viene hacia mí.
-Hola. – me dijo en español. Hasta eso los canijos sabían varios idiomas - ¿Quieres una bolsa? -No, gracias. -Ándale, tengo de varias. Escoge. -No.
Y ahí estaba, friegue y friegue y friegue, de que le comprara una bolsa, y yo le decía “No, no, no”.
-¿Por qué no? -Porque no quiero. -Ándale, están muy bonitas.
Total, se alejó. Pero al cabo de un minuto estaba gritando: -¡Martha, Martha, Martha!
Yo volteé. Y me di cuenta que me hablaba a mí. ¿De dónde creyó que yo me llamaba Martha?
Otra vez el negrito se acercó a mí, intentando venderme una bolsa. Y luego me dijo: -¿Dónde está tu marido? -No, no tengo. – respondí. -¿Cuántos años tienes? ¿Dieciocho, veinte? -Sí, tengo veinte. – dije siguiéndole la corriente. -¿Y tu marido? ¿Dónde está? -No tengo. A mí nadie me mantiene. – dije.
Pero él entendió “Tengo amante”. Y exclamó: -¡Amante! ¡Martha! ¿Tienes amante? Oh, no, no. Amante muy caro…
Todos los del grupo empezaron a reírse a carcajadas, y los españoles empezaron a echarme carro diciendo: -Vale, que ahora Rocío tiene amante.
Yo me puse roja, y todo por culpa del nche negrillo vendedor de bolsas que a huevo quería venderme una bolsa.
Finalmente, llegó el bote (¡gracias a Dios!), y nos subimos. Todavía ahí algunas parejas de españoles seguían recordando el incidente. De pronto, una señora me dijo: -Hija, pero mira qué quemada estás. ¡Ya te has puesto toda morena! Me miré. Tenía razón. -Ahora puedes decir que te has bronceado con el sol de Venecia. – dijo su esposo.
Miré por la ventana la laguna de Venecia, cómo un par de jóvenes salían a dar el rol en un bote. De pronto, la compañera uruguaya me dijo: -¿Te has fijado? Mira. – me señaló al que manejaba nuestro barco – Es buen mozo. ¿No? Se ve lindo. -Ah. ¿Sabes qué? Tómame ahorita una foto con él, ya cuando nos bajemos.
Y así fue. Apenas atracó el bote, yo saqué la cámara, y le pregunté al muchacho si podía tomarme una foto con él. Éste no me entendió al principio, como que creía que yo quería tomarme una foto en el timón, pero después captó lo que le quería decir.
Se puso junto a mí, mientras mi amiga nos tomó la foto. Su compañero le echó carro, y exclamó: -¡El sex symbol de Venecia! Jajajajajajaja. Llegamos al hotel, y como quedaba tiempo libre, me puse mi traje de baño y fui a la playa. Fue algo que disfruté mucho. Metí los pies en la arena, y luego caminé por la orilla del mar. Recogí conchitas, metí los pies en el agua fresca. Después me senté en un camastro, teniendo frente a mí el mar azul oscuro, el cielo de la tarde, la arena. No quería irme. Me sentía muy bien, muy contenta, muy relajada. Al estar ahí, pude disfrutar la soledad, estar conmigo misma, apreciar y sentir todo lo que estaba a mi alrededor.
En la plaza San Marcos conocimos a nuestra guía local, una mujer llamada Martina, quien era una veneciana. Ella fue quien nos dio el recorrido en los principales puntos. Uno de ellos fue el palacio ducal, quien fue el antiguo centro de gobierno de la república de Venecia, y en donde al dirigente se le denominaba dogo (dux, en italiano). También visitamos la catedral. Y ya que menciono esto, ahí tuve un problema. Ese día, yo iba vestida con una blusa sin mangas y con short, porque el día era cálido, y además quería asolear mi piel paliducha. Resulta que yo ignoraba que allá en Italia los católicos son bien conservadores, y para entrar a una iglesia hay que ir tapado, o sea, nada de blusas sin mangas ni shorts. Y como ya concluyeron, no me dejaban entrar, por ser una “exhibicionista”, jeje.
La única opción que me quedó fue ponerme sobre los hombros una mascada que previamente había comprado como recuerdito del viaje, y además, ahí en la entrada me vendieron una manta púrpurabien fea, para ponérmela como pareo. Sólo así pude entrar. Me sentía bien ridícula, pero ahí aprendí que la próxima vez que entrara a una iglesia italiana iría tapada de los pies a la cabeza.
Al salir de la catedral, conocimos la plaza de San Marcos, donde está la torre del campanario, y el café Florian, donde se dice que Ernest Hemingway solía ir a tomar café, y pasarse un rato bien bohemio escribiendo. Más tarde volveré a hablar sobre esto.
La guía nos llevó al taller de Murano. Murano es una isla que tiene artesanos que se dedican al arte del cristal, un cristal bien chido y bien fino, y cuya receta secreta jamás ha sido revelada al público, sólo a los propios artesanos de generación en generación. El taller original se encuentra en la isla, pero nosotros fuimos a la sucursal, la cual está en un callejón que me remonta a la edad Media. Eso es por fuera, porque por dentro está bien nice, parece boutique. Al llegar ahí, nos dieron una demostración de cómo se fabrica ese cristal. El chavo, el “maistro” jaja, bueno, el maestro, hizo en cuestión de segundos un caballito de cristal ante nuestros propios ojos, y para dominar ese arte se llevó veinte años.
Después nos llevaron aver las obras terminadas: copas, vasos, floreros, candiles, bien bonitos. Iba a tomarles una foto, pero me lo prohibieron.
-Fotos prohibidas. Ya estamos hartos de los chinos que vienen a copiarse todo. – dijo el encargado.
Bueno, en eso tiene razón.
-Nosotros guardamos el secreto del cristal murano, y por más que lo intenten, no han logrado la misma calidad.
Agarró una copa, y la estrelló contra una mesa ante nuestros atónitos ojos.
-¿Ven? Ni un rasguño. – dijo sosteniéndola como un mago que termina un truco.
Claro que lo que más nos infartó fue saber el precio. Dos mil euros por un juego de té.
-Y luego para que venga la vecina, y te rompa una taza. – murmuró una española entre dientes, y las que la escuchamos nos reímos.
Al final, el encargado haciendo uso de sus habilidades de marketing, nos mostró piezas más accesibles a nuestro bolsillo. Yo compré un dije de corazón en 25 euros. Eitale, ¿qué tal? Me puedo jactar que tengo una joya de murano.
Luego de nuestra visita al taller, nos fuimos a comer. Adivinen qué. ¡Otra vez pasta!
Ahí en el restaurante, hice migas con una señora de Uruguay que viajaba sola, así que después de la comida, me fui con ella a recorrer los canales de Venecia, sus puentes, sus tiendas. Allá en Venecia, casi todo gira en torno del carnaval. Sus escaparates están llenos de máscaras, disfraces, joyas. Todo bien caro, por cierto, pero eso sí, muy bonito, parecía como un mundo fantástico.
Pasamos al café Florian, porque mi nueva amiga quería tomarse un café ahí. Nomás que tuvimos un problemita. Un café, el más barato, costaba 6 euros, pero si en ese momento tocaba la orquesta, subía el precio al doble. Sí, es que allá te aumentan los precios si la orquesta toca. Y en ese momento, justo en ese instante, la orquesta empezó a tocar. Así que le dije a mi amiga:
-¿Te animas a tomarte un café en 12 euros?
-Mmmh. ¡No!
Entramos también de coladas al hotel Danieli, el mismo donde Angelina Jolie y Jonhy Deep grabaron la película el turista. Siguiendo el consejo que antes nos había dado Felipe, nuestro guía, entramos al hotel con cara de “soy una mujer bella, rica y famosa que me hospedo aquí”, para que no nos sacaran a escobazos. Y sí nos la creyeron, jeje. El hotel es un lujazo. Una nochecita ahí cuesta dos mil euros. Si fuera Angelina Jolie, creo que si los pagaría, (siempre y cuando tuviera a Johny Deepen mi cuarto, y también a Brad Pitt).
Al final de la tarde, terminamos exhaustas, muy asoleadas. Mi amiga me propuso tomarnos una coca. Acepté. Pero cuando nos van trayendo la cuenta, casi me infarto. ¡7 euros! ¡7 euros por una coca!!!!
-Bueno, pero al menos te la estás tomando en Venecia. – me dijo mi amiga.
Tenía razón. ¿Quién puede jactarse de tomar una coca en siete euros en Venecia?
Ténganme paciencia con lo de mi crónica, lo que pasa es que he andado ocupada en el trabajo y en las tardes en la universidad, haciendo el servicio social.
Ya que hablo de la universidad, en estos días me he divertido con los compañeros del servicio social, porque son muy chistosos y ocurrentes, me tienen risa y risa con sus sonseras y sus bromas. A veces me pongo a pensar, caray, Rocío, pero si tú eres diez años mayor que ellos, no deberías estar ahí, no es tu generación, tu generación ya pasó, ahorita son padres de familia, empleados, etc.
Pero los chavitos me aceptan como uno de los suyos. Me buscan, me platican sus cosas, me incluyen en las bromas. Creo que no me ven como alguien mayor, sino como si fuera yo fuera de su edad. Me pongo a pensar que tal vez haya algo de cierto en eso de que la edad es cuestión mental.
Al día siguiente, me levanté a la hora programada, pero por andar tomándome fotos en el balcón de la habitación, me perdí del desayuno. Bajé cuando ya todos se estaban yendo al autobús. Rápidamente, agarré en una servilleta pastelitos de diferentes clases, y los eché a mi bolsa.
Ese día todo indicaba que iba a hacer mucho calor, así que me vestí con shorts y blusa sin mangas. Íbamos rumbo a Venecia. Tomamos un barco, en el muelle de la laguna. Y es que Venecia está entre el mar y la laguna.
Nos dieron un mapa, que más bien parecía un rompecabezas, y esto es porque Venecia es un conjunto de islas unidas por puentes y canales. De acuerdo con la historia, esta ciudad fue creada debido a que los habitantes de esa región, ante la invasión de los pueblos bárbaros, se vieron forzados a irse a las islas, ya que los bárbaros no tenían conocimientos de navegación. Sin embargo, dado que el espacio de esas islas era pequeño, se las ingeniaron para construir sobre el agua, clavando pilotes o troncos de cedro. Y hasta la fecha, la ciudad se sostiene sobre esos pilotes de madera. Asombroso ¿no?
Navegamos por la laguna, hasta que llegamos a nuestro destino. Apenas descendí del barco, me quedé anonadada. Venecia era hermosa. Sus edificios renacentistas flotando sobre el agua, parecía un escenario de ensueño.
Llegó el momento esperado, el paseo en góndola. Estaba emocionada. Subí a la góndola, junto con otros cinco compañeros, y por supuesto, el gondolero. Nos entregaron un vaso y una botella, no recuerdo si era champaña o vino rosa, pero al fin y al cabo, era para brindar. Era una tradición brindar mientras paseas.
En otra de las góndolas subió un cantante y un músico que tocaba el acordeón. Y entonces comenzó a tocar canciones típicas de ahí. La piel se me puso chinita. Estaba en Venecia, en esa ciudad que había visto sólo en el cine, ahora estaba ahí, y en una góndola, admirando los edificios, sus canales de agua, sus casas antiguas, sus puentes. Fue algo maravilloso. Italia me estaba dejando impresiones diferentes a la de la película, y es que yo no estaba recreando ninguna historia, ¡estaba viviendo mi propia película!
Las personas nos observaban desde los puentes, y aplaudían al cantante. Fue un recorrido mágico, duró cerca de cuarenta minutos, pero valió la pena. Quedé fascinada.
Después de bajar de la góndola, entré a la plaza, y compré un gelato, es decir, un cono de nieve. Allá en Italia, son típicas las gelaterías. Probé el helado, y tenía un sabor muy suave, cremoso, frutal. Simplemente delicioso.
Luego de comer mi helado, nos reunimos de nuevo en la plaza para nuestra siguiente excursión.
El hotel de Lido di Jesolo me gustó por su pintoresca fachada, de paredes amarillas con marcos azules, y lo cerca que estaba de la playa, a sólo cinco minutos caminando. Lo único incómodo fue que para entrar, tenías que subir una escalera, y cargando las maletas era algo complicado.
No hubo tiempo de bañarnos, ni cambiarnos, ya que llegamos algo tarde, y muchos habían contratado un paseo nocturno hacia Venecia. Yo no lo tomé, ya que desconocía de ese paseo, yo ya los había pagado todos en la agencia de viajes a mitad de precio, y ese fue como sacado de la manga y costaba 57 euros, lo que rebasaba mi presupuesto. Además, yo tenía contratado el paseo matutino en góndola para el día siguiente, así que no había pex. De todos modos conocería Venecia.
En el restaurante del hotel nos acomodaron las mesas de tal modo que todos cenamos juntos. Yo me senté en la cabecera porque no me quedó de otra. El hotel tenía poco personal, los mozos hacían de meseros, así que se tardaban un chorro en atendernos.
Durante la cena, efectivamente, nos sirvieron pasta.
Hasta ahora no he mencionado cómo es la comida en Italia. Los desayunos consisten en pan dulce, galletas, pays de zarzamora, manzana y frambuesa, jugo, pan tostado con mermelada de albaricoque, y por supuesto, café capuchino, ese nunca faltaba. Por lo que se refiere a la comida y la cena, te sirven primero un platototote de pasta, de todas las formas que te puedas imaginar: de macarrones, de moñitos, lasaña, pomodoro, ravioles, etc., pero al fin y al cabo, pasta, ya que ésta es considerada como un platillo de entrada, y es de refill, por así decirlo. Puedes comer toda la que quieras. Una vez que terminas la pasta, te sirven el plato principal, que es pollo, pescado o carne, acompañado de puré de papa o bolitas empanizadas de papa. Sirven además en una canasta un pan que es muy seco, y como bebidas, sólo tienes cuatro opciones: agua, cerveza, vino o coca. Allá la coca es carísima, así que si vas para allá mejor tomar agua o vino, que sale más barato. Yo como venía demasiado sedienta, opté por tomar agua.
Las bebidas no venían incluidas en el paquete, así que el mesero pasó por la mesa para cobrárnoslas. Yo saqué mi credit card, porque quería ahorrarme algunos euros en efectivo para gastarlos mejor en souvenirs, pero oooh, Dios, no me la quisieron aceptar, que porque el agua costaba dos euros, que era muy poquito como para pagarla con tarjeta de crédito.
Ash, pues saqué un billete de veinte dólares, y el mesero me regresó 5 euros de feria.
Mmmmh, a ver, a ver, como que salí bailando con el dinero. Un euro vale $1.5 dólares. Luego caí en la cuenta que me habían cobrado el agua en 8 euros. Chin, aunque sea contadora, no tengo la habilidad de calcular con la mente.
Bueno, nos levantamos de la mesa. Los que iban al paseo nocturno se encaminaron a la puerta, y yo iba a subir a mi habitación cuando el mesero me pidió que pasara al bar.
El mesero no hablaba español, sólo italiano mascado e inglés mascado, porque era inmigrante. Allá en las provincias italianas hay mucho inmigrante. Creo que me dijo que era de Bangladesh o de algún país de esos. Me sirvió una taza de café capuchino. Yo estaba aterrada. Si me había cobrado el agua en 8 euros, ¿a cuánto me iba a cobrar el café?
Yo le dije que no, pero él dijo que era cortesía de la casa, entonces pensé: -Ah, entonces está consciente que me cobró de más, y quiere compensarlo. Así que lo tomé. Y el chavo empezó a hacerme plática. Qué de dónde era, que si venía sola, que si tenía novio…
Llegué a la conclusión de que me estaba ligando cuando me sirvio una copa de vino tinto, quesque él la invitaba. jajaja.
En fin, quien sabe que tenía Italia que allá yo era muy popular.
Le di las gracias al mesero, y subí a mi cuarto a bañarme, descansar y llamar a mi familia. Salí al balcón del hotel, y pude ver la callecita, su gente, sus tiendas. Me prometí que al día siguiente daría la vuelta por ahí.
Hola a todos los lectores blogueros, disculpen que no haya actualizado el blog, lo que pasa es que tuve problemas con el internet de mi casa, primero el modem no servia y me lo cambiaron, luego resultó que era un problema con el servidor, en fin.... andaba como leona enjaulada por no tener internet.
Por otro lado, en el trabajo, como saben, entrar a blogger tiene un candado de ciertos minutos, y mi saldo se había agotado. Sin mencionar que estuve muy estresada, atareada y regañada. Sí, del paraíso italiano pasé a la negreada mexicana.
Gracias por sus comentarios. Ya decidí "destaparme", jeje.
Tengan paciencia, el fin de semana iré subiendo más capítulos de la crónica de mi viaje.
por lo pronto les paso el videito de un cd de música que me compré allá. Es de un grupo que se llama Il Volo y están recién saliditos del horno, debutaron en mayo y yo compré el cd en junio. =)
Esta es una de las canciones que viene el cd. Cantan bieeen bonito.
Al oir la cancion me acuerdo de tantas cosas que vi y vivi alla, hijole, hasta se me pone chinita la piel.
En el autobús conocimos a la persona que sería nuestro guía en todo el viaje. Se llamaba Felipe, y era el clon de Jack Nicholson pero con acento español. Luego de darnos la bienvenida, nos explicó sobre las ciudades que veríamos a lo largo de nuestro recorrido. La primera era Verona, la ciudad de Romeo y Julieta, historia que nos contó Felipe a manera de resumen.
Según ésto, el enamoramiento de Romeo se debió a la mirada de Julieta. El bajón de mirada. O sea, Julieta miró a Romeo, le sostuvo la mirada por unos segundos, y luego la bajó. Así repitió varias veces la técnica, hasta que Romeo terminó enamorado y loco por la chava.
-Eso sí que es interesante, saber las técnicas del ligue medieval. - pensé.
En el camino, me senté con un señor de cincuenta y tantos, que venía solo. Era chileno. Empezó a platicar conmigo. Era amable, pero lo malo es que en todo el trayecto no paraba de hablar, y hablar y hablar, y hacerme preguntas. Ya me sentía embotada. ¿Alguna vez les ha pasado eso? En fin. Después caí en la conclusión que tanta platicadera se debía a que el señor me andaba coqueteando, jajaja.
En fin, llegamos a Verona, por la tarde, y nos bajamos en la plaza. El guía nos indicó varios puntos interesantes que recorrer, y nos dio un plazo de una hora para hacerlo. Había muchísima gente, bueno, de antemano les digo que en todas las ciudades a las que fuimos era un hervidero de gente de todas nacionalidades, especialmente chinos. Parecían una plaga.
Me separé del grupo, y empecé a recorrer la ciudad por mi propia cuenta, dejando atrás al chileno. Y caminé por entre callejones, hasta que llegué hasta el río y ahí me di cuenta de algo: me había perdido. No tenía ni la menor idea de dónde me encontraba.
Traté de no entrar en pánico, y regresé sobre mis propios pasos, hasta que de pronto, oh… bueno, sí encontré a alguien. Era el chileno.
-¡Rocío, mira! ¡Nos encontramos en Verona!
Creo que le faltó decir “la ciudad de Romeo y Julieta”.
Sí, chale, ya que. Bueno, al menos ya no me iba a volver a perder.
-¿Para dónde vas? -Voy a la Arena de Verona. – dije. -Yo también. Te sigo, chiquita. No te preocupes.
Llegamos a la Arena, y en la plaza estaban unos chavos disfrazados de soldados romanos. Le pedí al chileno si me tomaba una foto con ellos, pero me dijo: -Ash, ¿con ese tipo? Te va a cobrar dinero, no lo hace gratis.
Bueno, eso era cierto. Los pelaos cobraban uno o dos euros por posar contigo.
El hombre me tomó unas fotos, y luego, él quiso tomarse una conmigo, “que para el recuerdo”. Oh, vaya.
Después fuimos a la casa de Romeo y Julieta. Para entrar a la casa, pasas por un pequeño túnel, y las paredes de éste están todas grafiteadas, ya que ahí todos los enamorados van a declararse su amor.
Tomé fotos del balcón, y de la casa en sí.
Ahí mismo, en el patio, hay una estatua de bronce de Julieta. Ésta se encuentra desgastada del seno derecho, ya que toooodos los que van ahí, especialmente los hombres, van y se toman una foto junto a la estatua sobándole la chiche a la Julieta. A mí me dio risa un chavo que incluso sacó la lengua, como si le chupara el pezón. Le pedí a un turista que me tomara una foto con la estatua. Después, regresé con el chileno, y me dijo: -Ay, Rocío, yo te tomé una foto. Espero no te moleste, es que te veías bonita junto a la estatua.
Primera vez que tengo un paparazi…
Tomamos el autobús de regreso. El señor quería seguir platicando conmigo, pero yo ya me sentía cansada, y me dediqué a ver por la ventana. Recorrimos una larga carretera, llena de maizales y viñedos, que de pronto se transformó en un paisaje de canales de agua.
El niño español puberto que estaba sentado detrás de mí, empezó a decir: -Madre ¿pero a dónde vamos? Lo único que he visto es agua, maíz y patos.
Y se la pasó diciendo chistes al respecto. Los otros españoles también echaban carro entre ellos. -Joder, que llegando adivinen qué vamos a comer ¡Otra vez pasta!
Me dio risa.
Finalmente, casi al anochecer, llegamos al pueblito de Lido di Jesolo, que está cerca de Venecia. Era ahí donde se encontraba nuestro hotel.
Me quedé sobre la cama, pensando. Caray, ya estaba en Italia, y todavía no me la creía. Y estaba en aquella habitación, exclusivamente para mí. Me extendí sobre la gran cama, y para conciliar el sueño, me puse mi ipod para sintonizar la radio de allá. Siempre había tenido curiosidad por saber cómo eran los programas de radio en ese país. Escuché a un par de muchachos que contestaban las llamadas del público, y se echaban carrilla entre sí. No entendí gran cosa, pero la risa de ellos era contagiosa. Finalmente, me dormí.
A la mañana siguiente desperté, y bajé al tomar el desayuno. Jugos, pastelitos, baguettes con carnes frías. Un mesero amablemente me sirvió café capuchino. Luego, pregunté al guía local, que más que guía sólo era un señor que daba informes, sobre qué lugares me recomendaba visitar en Milán.
Estaba un poco preocupada sobre cómo moverme en aquella gran ciudad, y tenía miedo de perderme. Le pedí a Dios que me acomodara las cosas de tal manera en que todo saliera bien. Y justo cuando ya me había colgado mi mochila al hombro para salir a la calle, el guía me dijo que un par de señores iban a ir precisamente a la catedral del Duomo. De inmediato corrí hacia ellos, me presenté, y les pregunté si podía acompañarlos. Éstos me respondieron que sí, así que me uní a su recorrido.
Se trataba de un matrimonio de señores grandes, provenientes de Valencia, España. Habían llegado un día antes que yo, así que ya estaban familiarizados con la ciudad. Me fui con ellos en el metro, y ellos me explicaron cómo era la ruta. Ahí aprendí que cuando te mueves en el metro, conviene pagar un pasaje por día, en lugar de por viaje.
Llegamos a la estación del Duomo, y Milán me recibió con una enorme catedral, inmensa, de mármol rosa, arquitectura gótica, y con grandes vitrales, coronada con pináculos y agujas o chapiteles llenos de figuras de santos y ángeles. Mientras admiraba la catedral, y tomaba fotos, se nos acercaron vendedores ambulantes, unos negros africanos. Uno de ellos me vio cara de turista, y me amarró un hilo de colores, aún y cuando yo le decía que no. Él insistió en amarrármelo, diciéndome que era un regalo. Pero qué regalo ni que nada, apenas hizo el nudo, extendió la mano, y me quiso cobrar un euro. ¡Mira que ladino salió el negro! Y lo peor era que ya no podía devolvérselo porque me lo había amarrado. Entonces le di una moneda de 50 euros, y aún así se molestó. Pues ni modo, yo no iba a feriar mi billete de 100 euros por un pinche hilo, antes diga que le di algo.
Así que aprendí que para la otra, no caería en el juego. Es más, ni siquiera hay que mirarlos, porque una vez que haces contacto visual con ellos, es muy difícil quitártelos de encima, a fuerza te quieren vender cosas.
Seguimos tomando fotos. Del lado derecho de la catedral estaba la tiendita de Tommy Hilfiger, que tenía forma de casita con una cerca. Dentro de ahí estaban un hombre y una mujer. No sé si eran vendedores o modelos, pero el hombre estaba guapísimo. Así que me tragué mi timidez, y le pregunté si podía tomarme una foto con él, y me dijo que sí, jeje.
Los viejitos y yo entramos a la catedral. Admiramos la bóveda, las pinturas, los mosaicos del suelo, los vitrales. El par de señores tenían una energía impresionante, con decir que ella caminaba más aprisa que yo. De hecho, ella tuvo la idea de subir al techo de la iglesia. Pagamos el acceso al elevador, y allá vamos. Desde ahí la vista panorámica es impresionante.
Luego fuimos al castillo Sforzesco, el cual es una construcción medieval con unos jardines bellísimos. Saliendo de ahí, nos fuimos a la Galería Vittorio Emanuelle II, que es donde están todas las tiendas de los grandes diseñadores: Dolce e Gabbana, Versace, Armani, Roberto Cavalli, Salvatore Ferragamo, etc. Por algo dicen que Milán es la capital de la moda. ¡Pero todo está carísimo! Un simple par de zapatos costaba 700 euros. Así que es obvio decir que ahí no compré nada.
Regresamos en metro al hotel, pero los señores me recomendaron no irme de Milán sin antes visitar la Estación Central del Tren.
Sentí un poco de nervios, pues eso implicaba que yo me bajaría antes, y ellos continuarían el trayecto hacia el hotel. Pero ya andaba por esos lugares, y no podía perdérmelo, así que bajé y entré a la estación, la cual estaba igual de inmensa e impresionante.
De ahí volví a tomar el metro, y regresé al hotel, donde ya estaba el grupo aguardando la llegada del autobús que nos llevaría a la siguiente ciudad.
Llegué a Milán, sintiéndome un poco desubicada en el aeropuerto. Luego de recoger mi maleta, salí al pasillo principal, a reunirme con el chofer que me llevaría al hotel. Sin embargo, no había nadie. Me quedé esperando como media hora sin que nadie viniera a recogerme, y empecé a preocuparme. Mi primer impulso fue llamar a mi casa, pero la verdad, ni venía al caso alarmar a la familia, además, ya me había propuesto que cualquier problema que tuviera, lo iba a resolver yo sola. Así que lo que hice fue llamar a la agencia en México. No obstante, justo en ese momento llegó el chofer, quien se disculpó por la demora, y me explicó que le habían dado un número de vuelo que no existía, y que por eso no me localizaba.
Subí a la minivan, y me trasladó hacia el hotel. Una vez ahí, me reporté con la familia para avisarles que ya había llegado. Aventé las maletas en el cuarto. Eran las 8:00 pm y aproveché que todavía era de día (ya que allá anochece a las 9 de la noche), para salir a caminar por los alrededores.
Milán me pareció una ciudad moderna. La avenida por donde estaba ubicado el hotel se me hizo parecida al Paseo de la Reforma en México. Me fui caminando por esa avenida, tomando fotos de lo que veía. Como había olvidado mi peine y mi cepillo en México, busqué un supermercado. Éste no era como los Sorianas o Wal-Mart’s que abundan aquí en Monterrey, sino más bien era pequeño, muy práctico.
Nadie hablaba español, cosa que noté a lo largo del viaje. Lo que me parece un poco absurdo, ya que el español y el italiano son lenguas parecidas, así que tuve que hablar en inglés.
Después de comprar el peine y el cepillo, regresé al hotel. Cené, me bañé, y a dormir.
El jet-lag hizo sus primeros estragos, y batallé para conciliar el sueño. Y es que entre México e Italia, hay siete horas de diferencia.
Italia se me metió a los ojos cuando yo tenía quince años de edad. En ese entonces salí con mis amigas del colegio al cine, y fuimos a ver una película llamada “Only You”, estelarizada por Robert Downey Jr. y Marissa Tomei. La historia trataba de una mujer que se iba a Italia a buscar al amor de su vida, y recorrió varias ciudades, como Venecia, Roma, Positano, etc.
Al ver la bella arquitectura antigua, los hermosos paisajes de viñedos, y el mar azul que chocaba contra las rocas, me propuse que un día iría a Italia. Pasó el tiempo, y guardé mi sueño en un cajón. Me ocupé más en estudiar y en trabajar, y poco a poco me fui sumergiendo en los problemas cotidianos, como comprar un carro, o pagar tarjetas de crédito. Incluso dediqué mucha energía en encontrar y forzar el amor. Hasta que llegué a un punto en que sentía que no había hecho nada con mi vida. Mi universo estaba reducido a Monterrey. No conocía el mundo. No sabía que había más allá.
Un día, no sé por qué, recordé mi sueño olvidado. Lo desempolvé, lo puse frente a mí. Y me pregunté ¿por qué no?
Así que empecé a ahorrar: utilidades, aguinaldo, sueldo, todo. No fue fácil, pero al cabo de un año reuní la cantidad suficiente. Ahora sólo faltaba con quién irme.
Comencé a preguntar a familiares y amigos si deseaban embarcarse conmigo para emprender esta aventura. Recibí muchas excusas y negativas. Que no tenían dinero, que era muy caro, que estaban pagando una casa, que iban a cambiarse de trabajo, que se iban a casar, etc. Así pasaron muchos meses, y nadie se animaba a ir conmigo. Hasta que me armé de valor, y decidí irme sola. La decisión no fue fácil, ya que nunca había viajado sola, y mucho menos a un país tan lejano.
Creí que iba a encontrarme con alguna negativa por parte de mi familia, pero contrario a lo que yo imaginaba, me apoyaron con la idea.
Y finalmente llegó el gran día.
Luego de un largo y extenuante trayecto que incluyó escalas en Dallas y Londres, llegué a Milán. Apenas divisé sus casas de tejados rojos y campos verdes, me cayó el veinte. ¡Estaba en Italia! ¡Lo había conseguido!
Pero esto era apenas el principio de una gran aventura…
Bueno, pues ya regresé del viaje. Estuvo con madre, muy divertido, lleno de aventuras, un poco cansado fisicamente, pero en realidad lo disfruté mucho.
Entre las ciudades que visité estuvieron Milán, Padua, Asís, Verona, Florencia, Venecia, Roma, Napoles y Capri.
Poco a poco les iré contando sobre mi periplo (jajajaja, esa palabra la usan mucho en la revista Hola y significa viaje, es que ahora me quiero ver muy nice).
Ando saboreando los recuerdos del viaje, editando las fotos, viendo los souvenirs que compré. En fin. Como que quiero asimilarlo todo, en estos días no quiero pensar en otra cosa.
Por si ya no tengo tiempo de volverme a conectar aprovecho para despedirme de ustedes. Como ya saben, voy a irme de viaje y estaré regresando el 28 de junio.
Espero poder conectarme alla e irles contando un poco de mi odisea.
Ahora que estoy organizando el viaje, me he dado cuenta de la multitud de detallitos que uno tiene que prever antes de irse. Y es que no sólo basta con pagar el avión, el hotel y los paseos. Eso es sólo la mitad.
Entre los otros preparativos que he tenido que hacer estan los siguientes: Ver qué ropa me voy a poner. Las mujeres ya saben que queremos llevarnos hasta el molcajete, pero en este caso, he tenido que restringir mi guardarropa a unas cuantas prendas, porque no quiero que mi equipaje sobrepase los 23 kilos al momento de documentarlo.
Checar qué temperatura está por allá. Porque puede que vaya bien veraneada, y allá esté fresco. Como siempre he vivido como lagartija en Monterrey, en temperaturas de 40° C que se me hacen normales, a veces se me olvida que en otros lugares la temperatura está a la mitad.
Investigar los teléfonos y direcciones de los hoteles, para dejarselos a mi familia, pa que sepan donde ando.
Buscar un adaptador de clavija del modelo americano-europeo... aunque ahora resulta que tambien hay diferencias de voltajes, y que tengo que comprar el mini-transformador que cuesta cerca de 500 pesos. (Gulp)
Buscar un buen par de tenis. Los que tengo de marca Nike, salieron un vil mugrero. Un leve charquito y ando patinando. La suela disque moderna y con Air, es más corriente que la de los buble gummers, así que ando buscando otro par de tenis.
Comprar una cangurera de esas que son bien delgaditas, para meter el pasaporte, visa, y tarjetas de credito.
Investigar lo del seguro de viaje.
Por si las dudas, también investigué las direcciones de los consulados y la embajada mexicana.
Euros... uy, si vieran lo dificil que me ha sido conseguir euros. Casi no hay en las casas de cambio, son muy, pero muy escasos. Así que la tarjeta de crédito saldrá al quite.
En fin.... me faltan más puntos, por cierto la chica ocurrente me pasó varios bastante buenos que ya tomé en cuenta.
En atención al comentario de Adn, me permito transcribir un libro que leí hace tiempo, y que hace una excelente crítica social, en varios aspectos, desde Política, Religión, Educación, etc.
El libro se llama "los Regalos de Eykis" y su autor es Dyer Wayne. No es una obra literaria en sí, pero está escrito en forma de novela. Básicamente trata entre los diálogos entre un terrícola y una habitante del plante Urano. El terrícola descubre que Urano es un planeta exactamente igual que la Tierra, pero sus habitantes viven más felices. Consigue entrevistarse con una mujer uranita, llamada Eykis, y el hombre le hace varias preguntas al respecto.
Es un libro que se los recomiendo ampliamente. Pero a lo que truje chencha, les voy a transcribir un fragmento de este libro, relativo al tema de la Educación. Me tomé la libertad de ponerlo tal cual, ya que yo no lo podría explicar mejor.
A ver que les parece y me pueden dejar sus comentarios.
Le pregunté sobre las prácticas educativas en Urano, y sobre lo que ella había observado en nuestras actitudes e instituciones docentes. —¿Cómo ve usted nuestros sistemas educativos, Eykis? —quise saber. —Lo que más me alarma de sus métodos de formación es la gran diferencia entre lo que ustedes proclaman hacer y lo que realmente hacen. En casi todas sus declaraciones administrativas sobre educación, declaran que su objetivo es el de fomentar el pensamiento individual, la autorrealización, proporcionar a cada niño la oportunidad de aumentar al máximo su capacidad de pensamiento autónomo. Pero no he visto ninguna actuación que condujese a esos elevados objetivos. —¿Dónde ve usted las manifestaciones de esa diferencia? —En casi todas sus escuelas. Cada vez que los jóvenes intentan desplegar cualidades creativas o pensar por su cuenta,eso es interpretado como un peligro e inmediatamente reprimido. Pocos maestros pueden soportar a un niño que pregunta «¿Por qué?» Ustedes conceden sus recompensas a aquellos alumnos que se adaptan mejor, a los que complacen a sus profesores o hacen sus deberes con rapidez y pulcritud. Existen pocas recompensas para el pensamiento independiente,que incluso parece ser castigado en la mayoría de los casos. Un alumno que no muestre necesidad alguna de aprobación, que no dé señales de culpa ni ansiedad por la falta de aprobación social, es considerado un elemento perturbador. Un niño que se niega a ser igual a los demás es señalado con el dedo; se le pide que se sienta culpable y que se arrepienta. Y sin embargo, esas cualidades, la ausencia de culpa, la independencia y el pensamiento libre, son las que ustedes califican de actitudes fructíferas, de actitudes que llevan a la realización personal.
Repito que me parece una falta total de realismo el que ustedes señalen algo como finalidad de su sistema educativo y que después hagan exactamente lo contrario. —Pero los niños necesitan, antes que nada, que se les inculque una disciplina, para que más adelante puedan hacer juicios libres, independientes. Por eso insistimos en la necesidad de hacer bien las cosas, «a la manera del profesor». Además, si cada cual hiciese lo que le viniese en gana, no habría disciplina y sería materialmente imposible impartir enseñanza —declaré en mi mejor argot docente, con gran convicción. —Pues a mí me resulta imposible imaginar que un niño pueda aprender a pensar libremente si se le educa para lo contrario. Es como entrenar a alguien para que sea un gran corredor obligándole a estar sentado toda la vida. Una clase en la que todos los niños estuviesen activamente ocupados persiguiendo objetivos individuales no tiene por qué ser necesariamente caótica. Podría ser una clase en la que hubiera casi todas las aulas de vuestro planeta. En las aulas, los individuos podrían ayudarse entre sí. Podrían emprender actividades creativas, disponer de un mundo real en miniatura,por así decirlo, para explorar absolutamente cualquier terreno. Y en lugar de eso, se les manda a los alumnos que se sienten cada uno ante su pupitre y que hagan en silencio lo que se les ha ordenado. Eso conduce directamente al pensamiento incorrecto y neurótico de que hemos hablado. —¿Considera usted que un aula llena de alumnos sentados en silencio no es un ambiente adecuado para aprender? —Desde luego que no lo es. Usted sabe que cada uno de los habitantes de su mundo es único y exclusivo. ¿Cómo se puede aprovechar esa cualidad si se trata a todos los niños de la misma manera? —me interpeló. —Pero yo no creo que hagamos eso en nuestras escuelas de la Tierra... —protesté. —Bueno, voy a exponerle lo que yo he observado. Un lunes, el profesor explica un tema nuevo, la historia de Egipto,pongamos por caso. El profesor da el mismo material a todos los alumnos. Todos reciben la misma explicación y escuchan la misma discusión, todos estudian el mismo libro y hacen los mismos trabajos en casa, y el viernes se les somete a todos al mismo examen. ¿Está usted de acuerdo, hasta aquí? —Sí, sí, continúe. —Los alumnos que responden al examen de manera más satisfactoria, reciben una buena nota; los que simplemente «aprueban» reciben una nota inferior; y los demás suspenden. No hay nada previsto para esas diferencias individuales, que son parte integrante de la realidad. ¿Por qué se supone que todos los muchachos asimilarán la misma información con igual rapidez? ¿Por qué se castiga con una nota baja al estudiante que sólo ha contestado bien la mitad de las preguntas porque quizá necesita dos semanas para aprender el tema? ¿Por qué se pide a todos los estudiantes que aprendan exactamente al mismo ritmo? ¿Qué ocurre con los alumnos a quienes basta sólo un día para dominar la historia de Egipto, pero que necesitan una quincena para aprender a dividir con decimales? ¿Por qué se les obliga a sentarse en silencio escuchando unas cosas que ya dominan? Voy a decírselo, si le interesa. —Sí, hágalo —rogué. —Pues eso ocurre porque los tratan a todos igual. Enseñan a todos de la misma manera, en el mismo tiempo, y llaman más rápidos y más listos a Tos que pueden aprender exactamente de ese modo. En mi realidad, el ser capaz de asimilar algo más aprisa que otra persona sólo significa una cosa: rapidez. La lógica educativa de ustedes conduce a que haya siempre estudiantes medios y estudiantes inferiores a la media. Ustedes se empeñan en que todo el mundo se adapte a unas mismas normas. Enseñan a todos sus jóvenes a pensar y actuar de la misma manera. Pero, ¿qué puede ofrecer un joven al mundo si es exactamente igual a todos los demás? Ustedes aseguran esa igualdad con la absurda lucha por las notas, esas medallas al mérito estudiantil que conceden en listas y boletines. Ésa es la verdadera obsesión de los educadores de la Tierra: no el conocimiento ni el autodescubrimiento, sino la búsqueda de esas recompensas externas llamadas notas. Además, esas notas a las que han dado tantísima importancia, no tienen absolutamente nada que ver con la verdadera educación de una persona —declaró Eykis enfáticamente. —Pero, ¿qué tiene de malo recompensar con notas a los buenos alumnos? —Las notas y el conocimiento son dos cosas que se excluyen mutuamente. En realidad, las notas sirven para reducir la motivación para el conocimiento. —replicó ella. —¿Por qué? —pregunté. —Una nota es una cosa externa. Significa que una persona ha participado en el juego de la educación. El conocimiento es una cosa interna, que se refleja, en primer lugar, en lo que siente la persona respecto a lo que ha aprendido; en segundo lugar, en cómo le ayuda el conocimiento a perseguir sus ideales; y, en tercer Jugar, en lo que la persona como tal puede hacer con lo que ha aprendido. El conocimiento fomenta la confianza en uno mismo, y las notas dan lugar al autoengaño. Una nota en un boletín no tiene nada que ver con la realidad. Es un símbolo de adaptación. E incluso aquí, en la Tierra, donde la gente suele percibir tan mal su realidad, las notas guardan muy poca relación con lo real. A nadie le Interesa un boletín de notas cuando su titular lleva dos años fuera de la universidad, y ciertamente nadie juzgaría la capacidad de una persona adulta sobre la base de sus calificaciones académicas. Una persona que haya recibido las mejores notas hace sólo un año podría suspender hoy hasta el último de aquellos exámenes. En la Tierra lo que le vale a una persona respeto y progreso personal es su rendimiento presente. »Con frecuencia los que saben jugar bien el juego académico están en realidad mal preparados para enfrentarse al mundo. Y, por otra parte, muchos jóvenes que en la escuela se niegan a perseguir neuróticamente las buenas notas, resultan estar más orientados hacia la realidad y, por ello, tienen mucho más éxito en casi todo lo que hacen. En pocas palabras: el mundo educativo de la Tierra parece estar situado en un ámbito “irreal”.
Estoy anonadada con lo que me platican mis compañeros de trabajo que tienen niños en el kinder. Estoy sorprendida de la enorme cantidad de tareas, estrés, y exámenes y niveles a los que someten a los niños desde muy, muy temprana edad.
Ahora, los niños desde chiquitos están en un sistema educativo. Lactantes I, Lactantes II, Maternal I, Maternal II, y ahí síguele.
En algunos kinders y guarderías tienen un psicólogo, con el cual los niños toman una terapia semanal. El psicólogo los evalúa y manda llamar a los padres de familia, para decirles cosas como: su hijo no tiene habilidad motriz y/o cognitiva, tiene que fortalecerla si quiere que pase a Lactantes II.
No mames....
Desde los dos años, se les dan clases para que aprendan a leer y escribir y a sumar y restar. También los inscriben en competencias como miniolimpiadas, donde los güerquillos corren para llegar a la meta, y al final los premian con medallas.
Les encargan mucha tarea, para que los papás se sienten en las tardes a hacerla con ellos. Les ponen exámenes.
Y todo esto antes de llegar a 1o. de primaria.
Estoy indignadísima con esta mierda de sistema educativo, en donde se somete a tanto estrés al niño. Se le quita el tiempo valioso para jugar. (siendo que este es uno de los derechos de los niños). El niño por medio del juego, aprende a desarrollar habilidades, aprende roles sociales, estimula la creatividad innata.
Se está programando a los niños a aprender lo que los adultos quieren que aprendan. Si un niño tiene habilidades artísticas, éstas se nulifican para que el güerco aprenda matemáticas. Si uno tiene habilidad para estudiar a los animales, se le enseña a que no debe tocarlos y que debe aprender inglés.
Se les atrofia con conocimientos que aún no son aptos. Y no por eso quiero decir que nadie deba estudiar. Eventualmente, el niño o niña tendrá que aprender esos conocimientos. Pero ¿por qué forzarlo desde tan temprana edad?
¿Y por qué someterlo a competencias? Cuando son pequeñitos, todavía no desarrollan la tolerancia a la frustración. Para un niño, el hecho de perder es como si se le cayera el mundo encima, especialmente porque hay padres que vuelcan todo su entusiasmo para que el niño gane y obtenga medallas. Si el niño no cumple con esas expectativas, se trauma. Si no me creen, vean a todos los niños que lloran cuando no ganaron en una competencia.
En fin. Así es Monterrey. No sé si así sea en otras ciudades de la Republica, pero si es así, que lamentable. Les están atrofiando sus capacidades. Están fabricando puros robots. Puros ladrillos para esta sociedad que se está pudriendo entre sangre y balas.
Yo no tengo hijos, pero yo decidí que yo no voy a inscribirlos en el kinder. Yo los voy a dejar jugar, les voy a leer muchos libros de cuentos, los voy a llevar al parque para que se suban a los columpios y a los resbaladeros, les voy a dar de comer frutas en vez de dulces y papitas, los voy a llevar a que me acompañen al super, al banco, y a todas esos lugares para que vean como trabaja la gente. No los voy a forzar a que aprendan tal o determinada cosa. Los voy a hacer que tengan criterio propio, libertad de pensamiento.
Este post lo estoy editando. Originalmente era un post muy negativo, las últimas reliquias de mi personalidad pesimista. Después de haberlo escrito, me arrepentí de haber dicho cosas negativas de algunos muchachos, así que decidí borrarlo, y ahora lo estoy cambiando.
En fin, después de mi explicación, aquí va el tema. Hoy es día de San Antonio. A mí hace tiempo me regalaron uno, le recé la novena, compré veladora, y le escondí al niño Jesús.
Hasta ahora, sigo sin encontrar el amor. Y claro, de repente me agüito, pero ahorita tengo dos grandes planes. Uno, ya lo saben, el domingo me voy de viaje... (y de paso entraré a la original catedral de San Antonio, así que pasaré a darle mi queja en persona jeje).
Mi segundo proyecto, está cocinándose.
En cuanto al amor, sigo esperando a la persona indicada. A ese hombre alegre, SOLTERO Y SIN HIJOS (lo recalco porque luego sale cada cosa.... ), a ese hombre que le encante leer todo lo que escribo, que se enamore profundamente de mí, que me respete y me sea fiel, que tenga sentido del humor. A veces de imaginarmelo, siento maripositas en el estómago, aun y cuando todavía no lo conozca.
"La tostada siempre cae por el lado de la mantequilla"
Famosa Ley de Murphy, y en la que todos coincidimos y decimos "siiiiii, es cierto!!!", pero ¿de veras siempre cae de ese lado?
La gente ha dicho miles de respuestas: Porque pesa más del lado de la mantequilla Porque al diablo se le antojó chupar la mantequilla Porque el destino decidió que ese pan no sería para nosotros
Bueno, para probar la veracidad de la ley de Murphy, un investigador de Aston University, en Birmingham, hizo un experimento. Efectivamente, el pan tostado cae del lado de la mantequilla, pero no por el peso de ésta, como comúnmente se piensa, y mucho menos porque el universo conspire contra nosotros, sino que debido a la altura de la mesa, el pan no tiene tiempo ni altura suficiente para rotar por completo, sino que sólo alcanza a dar media vuelta. Si el pan cayera de una altura mayor, probablemente tendría la oportunidad de rotar 360 grados y caer boca arriba.
Por demostrar lo anterior, el científico recibió en 1996 nada más y nada menos que el Premio Nobel de Física. ¡Y todo por refutar la Ley de Murphy!
Pues bien queridos lectores, me voy dentro de una semana a Italia. Finalmente mi sueño se va a materializar. Tengo un torbellino de emociones, entre nervios, miedo, pero más que nada, estoy muy, muy emocionada.
Espero que este viaje sea un parteaguas, algo que marque positivamente un antes y un después. Espero que estos días me ayuden a realizar un autodescubrimiento. Lo que si puedo estar orgullosa es que esto lo realizo con mis propios medios. Esto lo he planeado y pagado yo misma, sin ayuda de nadie.
Por lo pronto, los dejo con una canción de Eros Ramazzotti, para ir agarrando ambiente.
Había una vez un niño, que durante las horas de clase, se ponía a rayar las portadas de las libretas scribe , (esas en donde salían fotos de chavas). Les dibujaba bigotes, las ponia chimuelas, cejudas.
¿De qué manera podía rebelarse un niño, cuyo papá ya era un artista?
Fácil: convirtiéndose en tatuador.
Pues hoy me tocó ver la exposición en MARCO del Dr. Lakra, cuyo verdadero nombre es Jerónimo López Ramírez y es hijo de Francisco Toledo. Sin embargo, el chavo para que no lo ligaran con su famoso papá, decidió ponerse el alias del Dr. Lakra, por aquello que lacra es como una huella, y porque le gusta entrarle a la onda de los tatuajes.
La obra de este chavo es recoger fotos de revistas o pósters, y dibujarle a las personas tatuajes. Él trabajó por un tiempo en cárceles estadounidenses, y de los reos aprendió el significado de cada tatuaje. Con el tiempo, se interesó en tres tipos: los maories, los tailandeses y los de la mara salvatrucha. Así podemos ver imágenes de mujeres desnudas o de luchadores, todos tatuados y con imágenes demoniacas alrededor. La entrada no es apta para niños, por el hecho de que hay mucha foto de vieja encuerada tatuada. (La verdad, yo no veo por qué tanto escándalo... son viejas encueradas ¿y que? nomás pongan el programa de Recta con las viejas que bailan reguetón y salen enseñando hasta lo que no).
Esta obra ha atraído multitudes de emos y darketos a la sala, además de los típicos conocedores del arte como yo (ajá... jeje).
Nadie sabe por qué una obra como esta está exhibida en Marco. ¿quizá si pesa el apellido familiar?
Sepa... Pero bueno, dénse la vuelta, si quieren ver algo diferente. Claro que los que se van a dar taco de ojo con las obras son los hombres...
Bueno, me río de mí misma ¿qué mas puedo hacer? El sábado pasado unas amigas andaban con que querían que nos juntáramos para ir a comer, así que fui. Pero, oh sorpresa, en el mundo de Rocío todo sucede al revés, no vinieron ninguna de las dos. Una porque se sintió mal y la llevaron con el doctor, la otra porque salió a pasear con su marido. Así que como ya estaba en el Neuken (un restaurante de comida argentina) pues me quedé ahí. Así que les voy a dar mi reseña.
Estaba lloviendo, y el aire estaba fresco, raro en Mayo pero ideal para pasar el rato disfrutando de una buena comida. El restaurante es pequeño, un local diminuto, elegí la planta baja, porque también tiene terraza. Bajé por unos escalones, y sentí como si entrara a una cueva, dado que en las paredes tienen rocas tipo estalactitas. Pasé al área de bar, un espacio pequeño, muy íntimo, iluminado a la luz de las velas, escuchando música de Cerati.
Tomaron mi orden, y elegí lo típico: empanadas argentinas que tenían nombres curiosos: Che, Milonga, etc., acompañado de un agua de jamaica. Después me lamenté de no haber ordenado un vino tinto, pero ya ni modo.
Me senté junto a una ventana, para apreciar la calle. El cielo nublado, las casas de estilo antiguo, un árbol grande, la gente que caminaba bajo la lluvia. Se tardaron en traer mi orden, pero finalmente trajeron las empanadas, que estaban muy ricas, crujientes, calientes, de queso y carne.
Había grupos de amigas, o de amigos, y también parejas que se sentaban juntas, casi abrazadas, para compartir el espagueti como la Dama y el Vagabundo. Miré por la ventana, intentando apreciar mi soledad, intentando sentirme bien a pesar de no tener compañía. Y bueno, no estuvo tan mal después de todo. Hace mucho que no pasaba tiempo conmigo misma. Miré por la ventana. Las llamas de las velas danzaban en la calle. Era tan sólo un reflejo, pero me gustó cómo bailaban bajo la lluvia.
Al final, después de pagar la cuenta, salí, a mojarme yo también.
Por la época de los 80's, veinte años antes de que existieran las Bratz y cuando Barbie era un monopolio en la industria juguetera para niñas, tal como ahora lo es Bill Gates con las computadoras, existió una muñeca que se llamaba Jem.
Esta muñeca salió junto con la caricatura. Se trataba de una chava que se convertía en cantante con sòlo ponerse unos aretes mágicos y que junto con sus amigas, tenía un grupo llamado "las holograms" (algo así como las Flans). Tenían como rivales a un grupo de rockerillas llamadas las Misfits.
Santa Clós me trajo dos muñecas, la Jem y otra monilla llamada Kimberly. A diferencia de las Barbies, las muñecas Jem eran unas muñecas toscotas, de extremidades gruesas, nada que ver con las anoréxicas chichonas Barbies. Aparte, tenían el plus de que en el caso de Jem tenía sus aretes mágicos de foquitos que se prendían y apagaban con un switch. Y la Kimberly tenía su cassete (¡cassete!, no manches, para las nuevas generaciones que no saben que es eso, denle clic aquí).
Las canciones duraban un minuto y tenían letras bien bobas y simplonas. He aquí la del tema de la caricatura.
Jem es vibrante, uuu Jem es aventura uuu moda y fama, glamour y belleza Jem es fabulosa, super super fabulosa ooooh, Jem ritmo vibrante, es vibrante me llamo Jem nadie es igual a mi me llamo Jem
o_O
jajajaja, no puedo creer que yo cantaba eso todo el día con la muñeca en la mano. Cómo debo haber hartado a mi mamá haciendo sonar ese cassete todo el santo día.
¿Que qué pasó con mis muñecas? Bueno, ahí las tengo todavía, pero en el caso de Jem, la cara se puso verde. Lo que pasa es que yo un día jugaba a que Jem iba a un salón de belleza a ponerse una mascarilla, y le puse plastilina encima. Y como la plastilina era verde...
Por fin terminé de leer esta obra de Gabriel García Márquez. Me la aventé en una semana. Pero me parece muy difícil reseñarla.
Es la historia de la familia Buendía y sus siete generaciones, los hijos, los nietos, los bisnietos, los tataranietos. Todos se llaman igual, así que durante varias generaciones veremos los nombres de José Arcadio, Aureliano, Amaranta, Remedios y Úrsula en todas las combinaciones posibles. Abarca varios periodos históricos, desde la fundación del pueblo ficticio de Macondo, hasta su esplendor y decadencia.
Sólo hasta el final comprendes el por qué del título del libro, bueno, yo lo vi vislumbrando a lo largo de la trama. Todos son seres solitarios, que no saben amar.
En mi opinión muy muy muy personal, la trama me pareció densa, difícil de leer porque te confundes con quién es quién en la historia. Pero entre lo que le puedo aprender a García Marquez es la maestría con que maneja el lenguaje, rico en sensaciones, imágenes, símiles, metáforas. La complicada psicología de todos los personajes, y cómo fue hilvanando cada una de las historias para formar un todo.
Yo por mi parte, declaro que ya no volveré a leer sagas de familias atormentadas. Después de leer Cumbres Borrascosas con los Heathcliff, La Casa de los Espíritus y la familia Trueba y ahora los Buendía de Cien Años de Soledad, declaro que a partir de ahora sólo leeré historias que sean de pocos personajes. Al menos por un buen tiempo.
Yo no creía, estaba sumergida en la necedad total. Yo pensaba que un día llegaría un hombre a hacerme feliz. Yo pensaba que él desterraría la soledad y llenaría el vacío de mi corazón.
Pero...
MENTIRA! No, así no funciona. Lo acabo de comprobar. Uno atrae a sus semejantes, es mentira que polos opuestos se atraen. No. Son los polos iguales los que se atraen. Positivo con positivo. Negativo con Negativo.
Lo sé porque en todos estos años me ha tocado conocer hombres indecisos, que se sienten solos (ya sea por un rompimiento o por falta de pareja), que se sienten vacíos, y que piensan que con una mujer van a llenar ese vacío. (claro que en el contexto masculino, la susodicha tendria que ser una mujer alivianada, que quiera sexo sin compromisos).
Hace días me quejaba de los hombres de Monterrey, incluso quería huir a otro país. Pero después de estar reflexionando, me doy cuenta que no puedo culpar a los demás. Soy yo la que anda mal. Yo no puedo cambiar el exterior. Soy yo la que debo cambiar por dentro.
Así que ahora, pues voy a esforzarme mucho por cambiar por dentro. A enfocarme mucho en mis sueños y metas. A ilusionarme con mi libro, mis escritos. De tal manera que me sienta llena, feliz, plena. Y a como van las cosas, así llegarán a mi vida hombres plenos, felices, completos.
Ayer llegué el museo Marco, y nomás entré, vi un chorretal de gente. Y yo pensando, achis, ¿pos qué pasó aquí? ¿Por qué tanta gente?
La razón es porque ahorita está en exhibición la obra del escultor Ron Mueck. Yo tuve la oportunidad de ir el sábado, la verdad está impresionante.
Se trata de esculturas de figuras humanas. Algunas son pequeñas, otras son tan grandes que abarcan una sala completa. Lo particular de estas obras es que pertenecen al hiperrealismo, o sea, son tan, pero tan reales que lo único que les falta es respirar.
Nomás entré y vi una cabezota de un hombre. Está tan detallada, que hasta cada uno de los vellitos de la barba parecen como si le hubieran crecido. Viéndola de cerca, observé las pestañas, los cabellos, los poros de la piel, hasta un par de espinillas.
Después vi la escultura de una ñora cargando unos palos. Está desnuda y enojada, como pensando: "Pinche marido, me mandó a cortar la leña y encuerada, va a ver el cabrón cuando regrese."
Está otra de una ancianita durmiendo. Otra de un negrito navajeado... ¿cuál más? Ah, una de una pareja acostada, semidesnudos. Tienen cara de que no han tenido trucu trucu desde hace años.
Me imaginé el diálogo.
"Andale vieja, hace mucho que no lo hacemos" "No quiero. Me duele la cabeza." "Andale, antes de que se pase el efecto del viagra." "¡No estés fregando!" "ash"
Las esculturas más gigantescas, la mujer acostada, con cara de preocupación, pensando.
"¿Por qué no me ha llamado? ¿Le habrá pasado algo?"
La del bebote gigante recién nacido. Hasta se le ve un ojo lloroso.
Ah, otra de un viejillo encuerado sentado en un bote, con cara de: "¿Tú qué me ves, cabrón? ¿Mi pito chiquito? ¿Y tú muy grande o que?
Jajajaja, ay para ser una reseña de arte me vi muy corriente en mi lenguaje...
En fin. Ya hablando en serio, estas esculturas muestran varias facetas del ser humano, desde su nacimiento, pasando por la edad adulta hasta la vejez. No son esculturas de gente bella, al contrario, representan al ser humano común y corriente, con expresiones que intentan provocar empatía en quien lo observa. Lo sorprendente, es, como ya lo mencioné, la exactitud y realismo de cada detalle.
Es una exposición muy apantallante, quizá por eso logró gran poder de convocatoria. Vale la pena ir a verla, así que los que viven en Monterrey y área metropolitana, dénse la vuelta. Museo MARCO. Los miércoles es gratis.
Esta es una película mexicana que ha causado revuelo, no sólo por el hecho de que se trata de un documental acerca del sistema de justicia penal mexicano, sino porque además, hace unos días un juez de distrito concedió una suspensión provisional para detener la proyección de la misma, en virtud de un amparo promovido por un testigo (la parte denunciante, en el juicio que se transmite en la cinta), lo cual en vez de disminuir el interés, lo incrementó, pues de ser una película que pudo haber pasado desapercibida en salas (admitámoslo, los mexicanos no son de ver documentales, y mucho menos documentales mexicanos), pasó a ser una película que muchos buscan ver antes de que la quiten de cartelera.
A grandes rasgos, les platico de que se trata. Un chavo, es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Tiene una defensa de oficio ineficiente y lo condenan a 20 años de cárcel. Un par de abogados que hacen su doctorado toman el caso, y lo graban para un documental. Hacen alianza con un abogado, de esos bien chingones (de hecho ese abogado me cayó super bien jajaja, son de esos que hasta da gusto ver cómo litiga, bien inteligente, bien perro, no se dejaba de nadie). La cinta retrata los errores del juicio, la burocracia, la ineficiencia, el interior de las cárceles, en fin.
A mí desde su anuncio en cines, me generó mucha curiosidad, debido a mi carrera y a mi experiencia personal en ese mundo de juzgados y tribunales. Y pude constatar que cosas que yo noté en mis años de abogada, efectivamente, son defectos en nuestro sistema penal, y en general, en nuestro sistema de justicia. Así que me voy a explayar en el tema, si me lo permiten.
En primer lugar, los juicios mexicanos no tienen NADA QUE VER con los juicios gringos a los que la gente está acostumbrada a ver en las películas. El sistema de justicia mexicano es por escrito. (excepción: en Nuevo León y otras ciudades ya existen juicios orales, pero no estoy muy familiarizada con estos ya que hace tiempo me desconecté de la abogacía y a mí me tocó la época de que todo era por escrito. Ahí les debo mi comentario. Si hay un lector abogado que pueda darme su comentario sobre el tema, bienvenido).
Esto del sistema escrito, tiene su origen en el derecho romano, en el cual está basado nuestro sistema de justicia.
Sin embargo, la manera en que se desarrolla en la práctica adolece de varios defectos, mismos de los que ya me había percatado recién egresada de la carrera, y que se ponen de manifiesto en la cinta (incluso los recalcan con letras grandes). Estos defectos los enumero a continuación:
1. El juez nunca está presente en las audiencias. En efecto, aunque la ley marca que el juez debe presidir todas las audiencias, en la práctica esto es muy raro. El 99% de las audiencias, desahogo de pruebas testimoniales, confesionales y careos son desahogadas ante un Secretario y su escribiente. El juez en todo momento permanece en su privado. Cuando se termina la audiencia, se imprime, y se pasa a firma con el juez. Pero él no tiene trato directo con las partes. A menos, claro que se trate de un juicio de los que llamamos "juicios pesados", o sea, cuestiones donde se vea involucrada gente importante, o sean de mucha cuantía, o procesos de gente famosa en donde la prensa esté presente.
2. La manera en que se desahoga una prueba testimonial o confesional es determinante en un juicio. Ahí se nota las reacciones, el lenguaje corporal de los interrogados, uno se da cuenta de inmediato si está echando mentiras o si dice la verdad. Sin embargo, debido a que todo se documenta en papel, sólo se plasma en el acta lo que respondieron, no se describe su lenguaje corporal del declarante.
3. Continuando con la manera en que se desahogan las pruebas, en mi punto de vista, el hecho de que se tenga que estar dictándole a los escribientes la declaración, le resta fuerza al careo o a las confesionales. En este tipo de pruebas, uno tiene la oportunidad de amedrentar a la parte contraria para que se descubran sus contradicciones. Los escribientes son estudiantes de derecho que no tienen la habilidad de teclear rápido y sin errores de ortografía, como lo haría una secretaria. Por lo tanto, en el momento de desahogar una declaración, constantemente se tienen que hacer pausas, hasta que el escribiente termine de escribir. En mi opinión, eso hace que a veces se pierda el hilo de lo que se pretende cuestionar o declarar.
4. Debido a que el juez no está presente en las audiencias, el abogado tiene que formular un pliego de preguntas a formular. El Secretario se las lleva al privado del juez, este las califica, admitiéndolas o rechazándolas. Esto le resta agilidad al desahogo de la prueba. A mi me tocó que por ejemplo, si el abogado quería formular una nueva pregunta en el acto, tenia que anotarla en un papel a mano y llevarsela otra vez al juez para que se la aprobara o desechara. En otros casos, las preguntas o posiciones son desechadas porque según esto, no tienen relación con la litis o juicio, situación la cual se deja patente en la película. Esto es debido a que en la práctica la averiguación previa tiene un valor probatorio pleno, por ser hecha ante una autoridad, por lo tanto, resulta difícil cuestionar sobre el hecho, debido a que argumentan que ya consta en el expediente.
5. Otra práctica que se acostumbra mucho en los juzgados, es la de el uso de machotes. Es decir, cuando hay un juicio parecido, se toma el formato, se le cambian datos, se hacen algunos ajustes y listo. Eso hace que no se analice con profundidad las pruebas. Como sucedió en el caso tratado en la película. No me extrañaría que en la sentencia de reposición hubieran usado un machote.
Estos son sólo algunos de los vicios de los que adolece el sistema. En la película se mencionan otros más.
Reconozco que el sistema de justicia se ha visto rebasado en su capacidad. El personal es insuficiente para resolver todos los casos que se presentan día a día. Sin embargo, yo insisto, aún cuando se resuelvan pocos, lo importante es la CALIDAD. Muchos funcionarios no están lo suficientemente preparados, una cosa es tener título y otra haber estudiado a conciencia sin copiar en los exámenes de la facultad. No niego, hay algunos jueces, magistrados y Secretarios que sí trabajan como debe de ser, pero a veces el sistema ya está tan viciado que corren el riesgo de contaminarse en su práctica. Insisto, entiendo que haya muchos delitos sin castigar, que muchos queden impunes, pero al menos QUE SE ESMERARAN EN LA CALIDAD DE LAS SENTENCIAS, QUE SE DICTEN CONFORME A DERECHO, A FIN DE REFORZAR LA CONFIANZA Y LA CREDIBILIDAD EN EL SISTEMA DE JUSTICIA, ESO SERIA UN GRAN AVANCE EN NUESTRA SOCIEDAD MEXICANA.
Así que aprovechen a ver esta película antes de que la quiten de las salas. Quién sabe, a lo mejor algún día todo lo que vean ahí les puede servir en un futuro, para que no les piquen los ojos.
Hoy fui a Marco (Museo de Arte Contemporáneo) y me dio curiosidad ver una exposición muy colorida y muy bonita. Se trata de la obra de Dominique Lemieux, una artista canadiense quien viene siendo la diseñadora de personajes y vestuario del circo Du Soleil.
Los bocetos, dibujos, parte del vestuario y otras cosas más están en exhibición. Me encantó la obra, porque era como entrar a un mundo lleno de seres mágicos. La iluminación de las salas, así como las obras en sí, daba un ambiente como si de pronto abrieras una puerta y te llevara a un mundo fantástico de seres extravagantes y coloridos. No sé, me sentí como si fuera parte del mundo del Du Soleil. Brillos, telas, lentejuelas, seres alados, hadas, mimos, saltimbancos, payasos, duendes, acróbatas, todo está ahí, al alcance del público.
Si realmente quieren pasar un buen rato tranquilamente en un lugar agradable, les recomiendo que se den una vuelta al museo y se den la oportunidad de ver esta obra.
He tenido un chingo de trabajo, al grado de que sentía que mi cabeza iba a estallar, porque me dolía el cerebro.
Pero después de leer esta noticia, ya hasta miedo me dio. :S
¿Trabajamos para vivir o vivimos para trabajar?
Muere en su cubículo un viernes y se dan cuenta hasta el sábado
¿Alguna vez has sentido que nadie te toma en cuenta en tu trabajo? Mínimo se dan cuenta que estás respirando.
Una mujer en Los Ángeles, California, murió en su cubículo el viernes pasado, pero sus colegas se dieron cuenta hasta el sábado, publicó la revista Time.
La mujer de 51 años llamada Rebecca Wells trabajaba en el Despartamente de Servicios Internos, donde estaba realizando una auditoria, cuando murió repentinamente el viernes.
Las autoridades aún no determinan la causa de muerte, pero sus colegas recuerdan que “siempre estaba trabajando”.
Hace como un año más o menos me invitaron a una milonga. No recuerdo si lo mencioné aquí en el blog, pero pues hoy se los voy a platicar.
Resulta que el hermano de una amiga de una amiga estudiaba ballet. Dicho cuerpo de baile organizó una milonga, que es en pocas palabras, bailar tango.
Antes de que me pregunten: no, yo no bailé tango. No sé bailar eso. Nada más fui a ver. Pero realmente estuvo interesante la presentación.
Fue en un patio de la UR, al aire libre, en una vieja casona, a la luz de la luna y de las velas. En el centro, se ambientó un bar de Argentina, con sus mesas, con sus mujeres de vestidos entallados abiertos por un lado y que dejaban al descubierto una de sus piernas, y sus tacones de aguja. Del otro lado, hombres de traje con sacos de hombreras anchas y sombreros.
Había música y un poeta que declamaba versos sobre el tango y Gardel.
Al ver todo eso me quedé pensando, cómo el baile tenía tanto significado, el cortejo era un arte. Ahora se ha perdido todo eso, todo ese romanticismo, toda esa "cacería" que emprendía el hombre para seducir a la mujer amada, conquistándola con un baile sensual. Ahora a las mujeres se les enseña a bailar como teiboleras para atraer al hombre, incluso hasta dan clases de tubo (pole dancing) siendo que en otros años, era el hombre el que se esmeraba por bailar seductoramente, para así llamar la atención de la mujer. A la gran mayoría de las mujeres (me incluyo) nos atraen los hombres que les gusta y saben bailar.
En fin. En esta sociedad loca, lo único que nos queda es acercarnos de vez en cuando a estas presentaciones, para tener una probadita de lo que el cortejo, el amor y baile algún día fueron.
La primera vez que escuché sobre Steve Jobs, fue cuando mi amigo, que es ingeniero en sistemas, lo mencionó.
Mi amigo es un mega fanático de los productos de la Apple, desde los Ipod hasta las Mac, pues nunca se cansa de describirme las grandes maravillas que tienen esos productos,( a veces incluso le digo que, efectivamente, parece vendedor por la manera tan entusiasta en que me describe las características de esos aparatos).
Sin embargo, la primera vez que me mencionó a Steve Jobs no fue para referirse a él como el creador de las Mac, sino para mostrarme un discurso que él dio en la universidad de Stanford hace algunos años.
En dicho discurso, Jobs hace una recapitualación de tres aspectos de su vida, una vida por cierto difìcil de su nacimiento, pues fue hijo de madre soltera y dado en adopción, no a una familia rica, sino a una familia humilde que no pudo costearle la universidad. Aún así, salió adelante, y creó una de las compañías más exitosas y lucrativas del mundo: Apple. Sin embargo, a los 30 años, en pleno apogeo de su carrera, fue echado de la empresa que él mismo había creado, y se vio obligado a empezar de cero, pero este periodo le sirvió para dos cosas: para conectarse con su creatividad y fue de esa manera que fundó un estudio de animación que hoy por hoy es uno de los más famosos: Pixar, y por otro lado, encontró el amor y conoció a la mujer que sería su esposa. Y el tercer aspecto de su vida: su enfermedad. El cáncer de páncreas que le fue diagnosticado, le hizo valorar más el hecho de vivir, con toda intensidad, como si fuera el último día de su vida.
Hoy acabo de leer una noticia de que los médicos le han dicho que sólo le quedan seis semanas de vida. Lamentablemente, el cáncer siguió avanzando y su estado de salud ya es muy precario. Ojalá mejore. A pesar de todo siento que este hombre nos deja una gran enseñanza de vida y un importante legado: su labor, su trabajo, sus sueños. A mí no deja de asombrarme su espíritu emprendedor y entusiasta, que se sobrepuso a la pobreza, al desempleo, y a la enfermedad, pues aún cuando los médicos le diagnosticaron poco tiempo de vida, él vivió más años de los que le habían predicho.
Es una persona digna de reconocerse, y que en lo personal, me inspira a salir adelante.
Este es el discurso del que les hablaba. Dénse un tiempo para escucharlo. Realmente vale la pena.
Hace rato pasé por la avenida Eugenio Garza Sada, y mi mirada se desvió hacia un colosal edificio de paredes cubiertas de luces de fibra óptica que destellaban centellas de colores como un arcoiris artificial. Estaba flanqueado por proyectores que hacían las veces de faros con haces de luces de un kilómetro. Ni la batiseñal de Batman hubiera sido tan visible como eso. El estacionamiento estaba hasta el tope, no cabía ni un solo alfiler.
Es un casino y hoy fue su inauguración. A mí lo que me sorprende es la tremenda cantidad de personas que acudieron. Hombres y mujeres que creen que con ir a apostar su sueldo en esos lugares dejarán de ser jodidos de una manera divertida y fácil: picándole un botón rojo a una maquinita con monitos y ruidos de trompetas.
Hay como tres o cuatro bibliotecas en Monterrey y su área metropolitana. En cambio, tenemos un chingo de casinos, donde los regiomontanos ilusioriamente creen que por ganar 200, 1000 o 2000 pesos ya salieron de pobres. No se fijan en todo lo que le invirtieron a la pinche maquinita para ganarse esos cuantos pesos. No se fijan tampoco en el mayor recurso que desperdiciaron y que no se les reembolsará jamás: el tiempo. Las horas que pasaron sentados, cuando podrían haber salido a caminar y contemplar los árboles que ahorita ya empiezan a reverdecer; o contemplar las palomas que vuelan entre las calles, o sentarse en una banca a ver pasar a la gente, o comerse un elote con queso y crema, o leer un buen libro, o jugar con sus niños, o platicar con un amigo o amiga, u orar a Dios, o cualquier otra cosa que no sea ir a sentarse a lavar dinero ajeno. Porque para eso son los casinos.
Monterrey pasó a ser una especie de mini-Las Vegas. Todas las noches, Monterrey se maquilla, sale a talonear a las avenidas, a ofrecerse a los mejores postores. Y en las mañanas, amanece como prostituta que se durmió con el maquillaje puesto, con la cabeza despeinada, a recibir los golpes del crimen organizado, que le deja cicatrices en sus calles, en sus edificios, y en su gente, para que luego, al caer la noche, se vista de nuevo de luces y se venda a sí misma.